Este sábado, 30 de junio, se cierra oficialmente la temporada 2017-18. Un curso que la afición iniciaba con la esperanza de crecer, pero que fue convirtiéndose en uno de los de mayor desilusión de los últimos años. Y esta sensación de desengaño, decepción, desencanto…, pónganle los adjetivos que quieran, se ha incrementado con la polémica campaña de renovación de abonos. Pero amigos pericos, hoy no quiero hablarles de nada negativo. Con la finalización de este curso quiero limpiar mi mente. Olvidar el pasado. Volver a pensar que no es tan difícil hacer bien las cosas, aunque el club intente hacernos creer lo contrario.
Como decía mi compañero Oriol Vidal hace una semana en este mismo espacio, el perico siempre quiere ser socio del Espanyol, pero le da igual ser un cliente prescindible para Rastar. Siente el club como propio y por eso desea ser dirigido por pericos. Y en estos momentos, las dos personas que han de ser clave en el próximo proyecto deportivo sienten los colores blanquiazules como nosotros. Son pericos de cuna que han disfrutado de grandes momentos y han sufrido en otros. Son dos grandes profesionales que desde las categorías más humildes del fútbol han llegado a ocupar los dos puestos de máxima responsabilidad deportiva del Espanyol. Y se merecen esos cargos. Me refiero al director general deportivo, Òscar Perarnau, y al nuevo entrenador, Joan Francec Ferrer, Rubi.
A día de hoy, ellos son de los pocos que me generan alguna ilusión de cara al futuro. O los únicos. Sé que se lo van a dejar todo para que este proyecto tire hacia adelante. Bajo la dirección de Perarnau, pese a los problemas económicos de la entidad, ya llegaron grandes jugadores como Gerard Moreno, David López, Lucas Vázquez, Marco Asensio… o un Jhon Córdoba que, pese a que no acabó de explotar, ayer se cumplió un año de que el Colonia alemán pagó 15 millones de euros por hacerse con sus servicios. Y no me quiero olvidar de la cesión de Coutinho, en la que tuvo un gran papel pese a que el mérito se lo llevaron otros. Todos jóvenes con hambre. Y la ilusión de todos ellos es su mejor tarjeta de presentación, con el aval de un buen trabajo en el club.
Perarnau y Rubi tienen una fe absoluta en su apuesta, detrás de la cual hay muchas horas, planificación, criterio, enormes informes y profesionalidad. Y yo, aunque tenía dudas de renovar mi abono, me subo a su barco. Primero porque confío en ellos y sé que no nos van a fallar. Y segundo porque se lo merecen. Rubi se lo ha currado mucho para llegar a cumplir su sueño. Ahora solo falta que todos le apoyemos y que no repitamos los errores del pasado. Con Sergio González y ‘Tintín’ Márquez, los dos últimos entrenadores canteranos que empezaron un proyecto de cero, no se tuvo paciencia. Y casi lo pagamos muy caro.