Ya he utilizado varias veces aquello de “el fútbol es lo más importante de aquello menos importante”. Desgraciadamente, estamos viviendo días realmente preocupantes para todo que nos hacen, al menos a mí, dejar el fútbol algo aparcado -además coincide con el parón liguero- y centrarnos en algo que es común a todos: la forma de organizarnos la convivencia como sociedad. Tema complejo, apasionante y delicado a la vez.
Primero de todo, es muy necesario condenar los excesos policiales que se dieron el domingo pasado, donde una irresponsable juez del TSJC envía una operación, muerta desde sus inicios, al monopolio de la fuerza para hacer cumplir una resolución judicial que iba, sin ánimo de simplificar, de requisar unos papeles y unas cajas en unos colegios. Delirante. La espiral sistemática de corrupción deja muy entredicho la separación de poderes en nuestro país y dan más legitimidad a acciones ilegales, pero no obviemos que la resistencia pasiva y pacífica es una falacia, y que la libertad de cada uno debería acabar donde empieza la del otro.
Desde algunos sectores, al club se le ha exigido un posicionamiento que, cuando eres un club deportivo, debes de respetar y ser muy educado con todas las sensibilidades sociales. Siendo evidente que no se vive ajeno a la sociedad, no es lo mismo convertirte en juez y parte que en un actor de reparto que no pretende ser más de lo que es. No es función de deportistas hablar de política, pero tienen derecho a hacerlo y, nosotros, obligación de respetar toda opinión. Igual que tienen el derecho de abstenerse de cualquier debate. En caso de un futbolista, la espiral de lo “políticamente correcto” seguro que influye pero, además, es muy relevante el rendimiento que estés teniendo como jugador. Es decir, no tiene el mismo consenso favorable un posicionamiento de un titular con peso la afición que, como dice mi amigo Marañón, un “anchoíta” o jugador que no rinde.
Finalmente, y harto de tanto ondear de banderas, solo me cabe invitar a hablar siempre con quien esté dispuesto -sea franquista, comunista, antisistema, independentista o de Marte-, desde el más sincero respeto, a saber qué siente, qué piensa y a qué tiene miedo porque, igual que en el fútbol, en los detalles está la clave. Que abunden los matices, evitar la polarización -es lo más cómodo siempre- y abogar por la empatía como ese sano arte de ponerse en el lugar del otro, recordando aquello de “de lo que me cuentan, nada; de lo que veo, la mitad”.
Dice "me cabe invitar a hablar siempre con quien esté dispuesto -sea franquista, comunista, antisistema, independentista o de Marte-" ¿intentas comparar el franquismo con independentistas, comunistas? Estás de broma o el subconsciente te ha traicionado? Increible!!!