Me gusta que los anuncios hablen de mí. Claro, todo anuncio trata de que usted compre algo, pero cuando uno siente que el camino hasta la cartera pasa por el corazón, todo resulta más sencillo. La campaña de abonados me gusta, porque habla de una complicidad que conocemos bien y que de uno u otro modo, todos los pericos hemos experimentado alguna vez. Yo les llevo un poco de ventaja al resto, porque como mi jeta es más o menos conocida en nuestro microuniverso perico, me han saludado en los lugares más insospechados. Una vez, estaba haciendo kayak en el Cabo de Gata, y un tipo en piragua que me venía de frente me gritó: “ei Francesc, visca l’Espanyol”. Mola mucho que a uno le saluden en latitudes lejanas, aunque lleve un absurdo chaleco naranja y esté tragando agua a cada golpe de remo del que va delante, que para colmo era mi mujer. Omito más detalles para que este artículo no me acabe costando el divorcio, pero dejo consignado el aviso a navegantes: no es tan buena idea como parece hacer kayak con su pareja, amigos.
El caso es que la campaña habla de nosotros y ahonda en nuestra realidad: los pericos somos una secta infiltrada en todas las capas de la sociedad. Un conjunto de seres muy dispares que tenemos un nexo común y que cuando nos reconocemos como pertenecientes a la misma fe, instantáneamente disparamos un mecanismo de solidaridad. Esto sucede porque ser pericos nos hace haber vivido gran cantidad de experiencias comunes que normalmente suelen tener que ver con la dificultad de nuestra propia existencia a contracorriente. Acostumbrados a la soledad y el acoso, el que de pequeño ha coincidido con un perico en clase suele forjar una amistad inquebrantable. Si son tres, ya se genera una barricada inexpugnable contra el resto de la clase. A partir de cuatro nadie sabe lo que podría llegar a suceder. La leche. Lo inesperado.
Pero además de la complicidad, el anuncio apela a otro rasgo del carácter espanyolista: la militancia. Establecer la distinción entre pericos llamémosle ‘normales’ y ‘pericos de carnet’ puede parecer desde una óptica equivocada un elitismo o una cierta discriminación. Pero nada más lejos de la realidad. Hay muchos pericos que están absolutamente poseídos por la fe blanquiazul y que por avatares de la vida, económicos, laborales, lugar de residencia, etc… no pueden pertenecer al selectísimo grupo de ‘pericos de carnet’, y eso no los hace menos miembros de nuestra secta espanyolista. Estoy seguro que muchos de ellos han sido en algún momento de su vida ‘pericos de carnet’. Algunos volverán a serlo cuando puedan, y los que no lo han sido jamás, están deseando serlo algún día. Porque cuando el Espanyol se abraza, a diferencia de otros clubes, no puede hacerse de forma tibia o colateral, sino que es algo que conforma tu espíritu y te acaba definiendo, ya seas el taxista, el médico, el camarero o el tipo que le devolvió la cartera al protagonista del anuncio. Y si por ventura llevan leído ya todo este artículo y todavía no saben de lo que les estoy hablando, háganse ‘pericos de carnet’. Pruébenlo. Entren en nuestra secta y le acabarán dando la razón al tipo que parió el eslogan de la campaña: ser perico es insuperable.