Servido al plato por el chef Joan Francesc Ferrer Sicilia, ahí queda, para que lo desgusten ustedes: cuarto de suprema de Leicester a la Rubinesca. Delicioso y memorable, incluso a pesar de una cocina algo accidentada y de la ausencia del maestro sommelier Sergi Darder, al que solo puede poner en aprietos él mismo. Este Espanyol es degustación directa para la Guía Michelin: siempre cumple, siempre te deja con ganas de repetir y te hace vivir cada momento como una experiencia total. ¿Quizá la de nuestras vidas? Que hable la ilusión, que es innegociable.
Sonríe el mundo perico con el 25% de la Liga consumido. El destape definitivo de Borja Iglesias (un gol de estar ahí, de cazador, y otro, un lujazo, en su versión rompedora en Zaragoza) desataron la fiesta de la pericada en Huesca y del espanyolismo en pleno. 0-2 en Alcoraz, y de nuevo, sobrados, a pesar de la guerra de trincheras que plantó Francisco y sus belicosos Chimy Ávila y demás. Nada: este Espanyol ni se inmutó y esperó su momento. Y en pleno sorteo del búnker apareció Sergio García, lanzó una traza de magia y Dídac dio bambú al Panda: ¡todos a comer! Todos a crecer. Salto cualitativo, cuantitativo e hipersalto de expectativas. Monstruo, que venimos.
Espera, sí, Sergio en Zorrilla, en un duelo de máxima exigencia vista la que está armando el ex del Espanyol en Pucela. De momento, hay aquí un equipazo que sabe adecuar su vestido para cada ocasión y que lee y madura los partidos a su conveniencia. Sin inmutarse, con personalidad. Con el convencimiento de quien le gusta lo que se trae entre manos. ¿Historia? El reto está ahí, pero sin agobios. Ayer ya se pudo comprobar que el vértigo se puede domar. ¿Y saben por qué? Porque este Espanyol sale a su encuentro. Le apetece la altura y disfruta con la exigencia. Ésa es la mejor receta para la ascensión. Y así da gusto, se llegue donde se llegue.
Rubi: qué tesoro. Destroza miedos, dudas y las intrigas baratas de medio pelo que por aquí tanto nos gustan. Siempre sentido común y activando al personal, seducción puro. Ha recuperado hasta al mejor Hernán Pérez, ayer jabato en la sentencia del duelo. Eleva a Marc Roca por encima de cualquiera e impulsa a Dídac a volar. Y, para colmo, dice que esto no se acaba aquí… y que si estás a un punto del liderato, pues nada: que a por él. Y digo yo que a este hombre nadie se va a atrever a llevarle la contraria, oi?