Manotazo para despertar de un sueño de primera parte. Demasiado bonitos, esos 44 minutos en que el 0-2 pareció más cercano que el empate inventado por Messi. De hecho, todo el lujo de Sergio, las llegadas y las muestras de orgullo del primer acto se giraron en contra. Creyó el Espanyol poder jugar de tú a tú frente al Barça, incluso cuando vinieron mal dadas. Y como no se paró la tormenta, llegó el tormento. Del ensueño, a la pesadilla. De los laureles, a la cama sin cenar. Fatal cuando los entendidos del Camp Nou te dicen que has sido “de los mejores visitantes”. Sinónimo de alfombra roja, ni que fuera parcial.
Convertir ese tan cacareado “derbi descafeinado” en todo un ristretto torrefacto en el primer tiempo supuso un gran mérito de Sergio González. Pero los partidos duran lo que duran y todos los diagnósticos esperanzados fueron víctimas de la inmediatez de las redes sociales. Los partidos no se ganan a golpe de hashtag, por desgracia, y sí se pierden en momentos clave. Pero no todas las explicaciones son marcianas, a pesar del enloquecido partido de Messi. Eso no explica un nuevo e inadmisible gol tras un saque de esquina (novatada de Eric, ayer de lo mejorcito) o casi la ausencia de faltas tácticas en la segunda mitad.
Quedó el derbi para un debate serio: sobre lo que sabe hacer este equipo, sobre lo que puede hacer y, cosa primordial, sobre lo que debe hacer. Sí a ser valientes, claro que sí. Reclamemos el derecho a la intimidación del Espanyol sobre el rival ciudadano. Viva la reivindicación. Seguro que todo perico pensó ayer en algún momento que era mejor caer 3-1 así que por la mínima al estilo Aguirre. Pero la comparación, pericada, ya no resiste más goles. El 5-1 escuece porque el fútbol son 90 minutos y computan los goles.
Así que no queda otra que canalizar toda esa rabia y volcarla sobre un Granada al que hay que hundir sin compasión. Forzar la destitución de Caparrós, pasar una feliz Navidad y, por supuesto, pensar en el derbi de vuelta en el Power8. Porque un perico no se rinde, que canta la canción… y, además, entra donde quiere, por más portadas difamatorias e irresponsables que se le giren en contra.