Como si fuese Martín Luther King, en aquel día de finales de agosto de 1963, Diego Martínez se presentó con un discurso destacable y que bien podría haber completado con la histórica frase de “I have a dream” (“Tengo un sueño”), que el líder estadounidense dejó para la posteridad.
Brillante en la puesta en escena, elegante sin excesos, gesticulaba en proporciones justas en cada momento y rompía el tópico de la duda que genera encontrarse un gallego en una escalera: el nuevo míster solo piensa en subir lo más alto posible.
Empezó a ilusionarnos al mostrarse sensible con la necesidad del aficionado, insistiendo en el deseo que tiene de ‘emocionar’ y por ahí, algún cachito de la piel asomaba erizada. Argumento que no debe dejar en segundo plano el interés real del fútbol: ganar.
El momento de ponerse el babero fue al poner en valor el prestigio y tradición del club, la singularidad que nos representa y las ganas de crecer cogidos de la mano. Me gustó saber que había pulsado el sentimiento de pericos de cuna. Buena elección conocer el sentir de los que siempre estamos ahí, sin desfallecer. Necesitará tiempo, algo de lo que no vamos sobrados, pero ya puede ir contando con un apoyo incondicional desde el minuto uno.
A medida que avanzaba ante las preguntas de los medios, cada respuesta mejoraba la anterior. Y todas la explicaciones eran con una naturalidad indiscutible, con toques de ambición y personalidad. Cantera, fichajes y nombres propios aparecieron durante la conferencia y avisó claramente de la urgencia de llevar a cabo el proceso de renovaciones y cambios en la plantilla. Eso esperamos, tanto como que consiga el máximo rendimiento de cada jugador.
Y para que no faltara nada, quiso dejar bien claro su poder de convicción, con una sentencia de dos trayectorias, para el vestuario y para los seguidores: “la estrella será el equipo”. Ojalá que una de las puntas que más brille, sea él, nuestro entrenador.
Bienvenido Diego. Tu suerte será la nuestra. Esperamos poder decirte que eres UNO DI NOI.