El diagnóstico de este Espanyol no es nada claro. Todo lo contrario. Cuando parece que el tratamiento de Machín funciona y los síntomas son de mejoría, va el equipo, en este caso empujado por Calero, que volvió a salir en la foto, y se empeña en que la enfermedad sea crónica. ¡Menudo fallo para empezar! Imperdonable hipotecar así a un equipo con la tensión baja, temblor de piernas, titubeo… Nervios a flor de piel y ganas de llorar... ¡Suerte de Wu Lei! Su fe y su garra fueron, en gran parte, la gran tabla de salvación de un equipo que no supo aprovechar el empuje de los 22.031 espectadores -la mejor entrada de la temporada- que sí se creyeron que esto era una final y que había que arrimar el hombro.
Por ello, de nada sirve que el club haya llevado a cabo una campaña digna de toda una final para animar al hincha perico a acudir al estadio y motivar al equipo para tratar de revertir la situación reuniendo a la flor y nata de exjugadores para que lancen un mensaje de ánimo y optimismo. O que se pongan autobuses para desplazar a los pericos hasta el estadio. De nada sirven los buenos propósitos de toda una plantilla que desde la sala de prensa invita a creer y asegura que saben lo que hace falta para revertir la situación y que saldrán a por todas. De nada sirve un paradón de Diego López nada más empezar el partido si acto seguido se comete un error garrafal que te cuesta el 0-1. ¡Menudas malas costumbres ha cogido este equipo! Suma y sigue. Otro gran error más de una larga lista que no tiene pinta de cesar. Y eso es preocupante. Se vio en el túnel de vestuarios previo al arranque del choque a Calero saludando de forma muy afectuosa a su excolega en Pucela Mata, que poco después le jugaría una mala pasada ganándole la tostada por ganas y ambición.
Cornellà quería rugir, pero se quedó helado. Pero volvieron a las andadas en un duelo ante un rival rancio y cuadriculado, un arbitraje nefasto -lo de González Fuertes es para hacérselo mirar- y estando casi sin delanteros -paso palabra con el debut de Kevin Soni- . Y eso a estas alturas y ante la realidad que se vive, es inadmisible. Un equipo que es penúltimo y juega en casa, y más tras 15 días de parón para seguir aclarando conceptos y mejorar, no puede permitirse no salir a comerse el césped tenga quien tenga delante. No puede permitirse encajar tan temprano por falta de algo tan indispensable como la intensidad. Nunca.
¿Se logró frenar la sangría de derrotas? Sí, pero con la sensación de que un punto no es suficiente. La salvación pasa por hacerse fuerte en casa y eso, pese al primer punto que ha visto el RCDE Stadium este curso, todavía no se ha dado. Tras el golpe inicial en algunas fases el equipo pareció estar vivo y querer, pero siguen habiendo demasiado aspectos que les condicionan. Ausencias importantes, errores incomprensibles, falta de pegada… Y es que Wu Lei ayer podría haberse llevado perfectamente el balón a casa, pero marró dos buenas oportunidades que hubiesen sido pura vida para un equipo que lo que sí domina, parece, es la estrategia. Por lo que deberemos encomendarnos a la pizarra de Jordi Guerrero en vistas de que ésta da sus frutos.
Más coraje, por favor
Mostró arrestos el equipo en la segunda mitad, demostrando intensidad y entonces sí ser conscientes de estar jugando una final. Y por raro que pueda parecer, fue Wu Lei quién marcó el camino a seguir, y no solo por el gol logrado. No cesó en su empeño, luchó, protestó como nadie, se encaró cuando hizo falta… Y eso es obligatorio en momentos tan delicados como este. Garra por bandera y a por el marco rival, sin descuidarse atrás claro.
Es normal poder estar tensionado, y más cuando ya se están jugando finales en noviembre, pero esto es el Espanyol y nos guste o no, no es una situación nueva. Así que el que no pueda con esto, que de un paso al lado y entre otro, porque esto será largo y habrá que lucharlo. Cada punto habrá que sudarlo. Asúmanlo, pero no se rindan.