El pasado lunes fui a la Fábrica Damm para presenciar la presentación del libro que había escrito Javier Marcet Mundó. Quizá sea por mi profesión, que me ha permitido y me permite conocer y tratar a gente muy carismática y de gran predicamento social, pero el hecho es que soy muy poco propenso a la mitomanía. Mi propia experiencia vital me ha demostrado que los “famosos” son gente tan sencilla y normal como los que no lo son, con las debidas excepciones, claro está. Aunque también hay auténticos fantasmas por el mundo que creen ser la reencarnación de Dios y no son más que pobres piltrafillas humanas que no ven tres en un burro. Podría darles ejemplos, pero como estamos en días de Paz, no lo haré. Y digo ésto porque cuando era muy joven sí tuve ídolos. Eran jugadores del Espanyol, todos. Me fascinaba la tremenda astucia de Argilés deambulando por la banda derecha de Sarrià, amo y señor de todo el juego que por allí transcurría. Admiraba profundamente la fuerza descomunal de Mauri, un delantero que hoy no tendría precio, valiente y osado como un rinoceronte… Quedaba deslumbrado por las galopadas y la pasión con que Arcas corría toda su banda para lograr grandes centros que significaban medio gol, cuando no era él mismo quien los marcaba. Y, por encima de todos, la clase, el estilo, la sabiduría, el buen hacer, la nobleza del gran Marcet, el mejor jugador, puesto por puesto, que ha tenido el Espanyol en todas las épocas. Los que no le han visto jugar no saben lo que se han perdido.
Cuando llegué a la Damm y le vi, reconozco que me emocioné. No me había pasado nunca. Ya les digo que no soy propenso a esas sensaciones. Encontré un magnífico ejemplar de varón de 86 años, que igual podía haber sido el Arzobispo de Canterbury, el Director General de la General Motors, o el Secretario General de la ONU, tal era su prestancia. Vi a un auténtico dandy rodeado de familiares que lo protegían con todo el amor del mundo. Sus ojos, vivísimos, traslucían sabiduría y, sobre todo, bondad. La bondad que es consecuencia de una vida ejemplar. Enric Verdet (se dio la casualidad que los tres, Marcet, Verdet y yo mismo habíamos ido al mismo colegio: el San Ignacio de los Padres Jesuítas de Sarrià), Verdet, digo, hizo un hermoso y sincero panegírico de Marcet y nos descubrió hechos desconocidos y nos recordó otros ya casi olvidados en el túnel del tiempo. El hijo de Marcet, creo que el mayor, hobre de verbo apasionado nos guió por lo que era la Fundación Marcet, un ejemplo de lo que debería ser una Escuela de Fútbol, donde prevalecen los valores éticos y morales a la pura enseñanza del llamado Deporte Rey. La hermosa Raquel Mateos le hizo una suculenta entrevista mientras nos permitía vislumbrar sus maravillosas pantorrilas. Nuestro Director, Josep Sánchez, abrió y cerró tan emotivo acto. La hospitalidad de las gentes que dirigen la DAMM, proverbial, como siempre y la cerveza, superior. Eché de menos la presencia de algún jugador del primer equipo. Supongo que estaban de vacacioes.
Fue una gozada intercanviar algunas palabras con Javier Marcet, El Maestro. No lo olvidaré nunca.
Endavant les atxes, Espanyol!!!