Siempre he creído que ser aficionado del Espanyol era como ser parte de una asociación semi clandestina, de formar parte de un club selecto y secreto. Cuando en 1996 Chuck Palahniuk escribió ‘El club de la lucha’, una obra de culto provocadora y profética, no imaginó nunca que sin quererlo estaba justificando y reafirmando mi amor a estos colores. Cuando un año después en 1997 se estrenó la película en la cual David Fincher trasladó al celuloide el libro de Chuck magistralmente y la relevancia de ambos autores alcanzó el estrellato máximo, tampoco sabían que estaban dándome alas para sentirme un rebelde de la sociedad y reafirmar para siempre mi pertenencia al Espanyol, el mayor club de la lucha del mundo. “This Is Your Life” me decía una y otra vez Tyler Durdell. Tanto en el libro como en el film los miembros se reconocen y se saludan discretamente generalmente, a veces un detalle, un gesto o una prenda sirven para que los otros miembros del club te identifiquen y eso sucede en cualquier lugar, en un bar, en un cine, en un concierto o en un museo y en cualquier ciudad del mundo, Praga, Berlín, Valencia, Estambul o Helsinki. Cuando eso sucede sabes que caminas por el lado correcto de la vida aunque estés al margen de la sociedad y lejos de la mayoría.
Los eslóganes publicitarios del club reafirman esta teoría mía, el Espanyol es el proyecto Mayhem. En el Sant Jordi de 2011 conocí en persona a Chuck, me firmó mi ejemplar de ‘El club de la lucha’, charlamos brevemente, elogió mis Adidas de fútbol sala amarillo y naranja chillón y nos hicimos unas fotos. Ese día, ese instante, me marcó para siempre. Esas bambas con las que jugaba a fútbol, tan odiadas por familiares y amigos por llamativas y estrafalarias, fueron alabadas por uno de mis ídolos literarios, confirmando que no soy yo quien está equivocado, es el resto del mundo el que no sabe apreciar las cosas buenas y valiosas de la vida. No todos pueden vivir en el otro lado, no todo el mundo tiene el coraje y la fuerza de ser del Espanyol. Esa pertenencia te dará más disgustos que alegrías, serás un paria de la sociedad y tu infancia, adolescencia e incluso tu vida adulta serán vistas con reticencias por los que eligieron el camino más sencillo. En estos momentos en los que nos dan ganas de volarlo todo por los aires mientras atruena la música de Pixies como en el final del film, es cuando más orgullosos debemos estar. No por los directivos, ni tampoco por los jugadores o los diferentes cuerpos técnicos. Debemos estar orgullosos de la vida que hemos elegido, orgullosos de que nuestra opción haya sido formar parte de este club de la lucha. Hay infinidad de frases entre las páginas del libro de Palahniuk fascinantes pero esta es la que más me ayuda a entender los días que estamos viviendo, “únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar”.