Día de difuntos. Después de Todos los Santos, la Castañada y Halloween llegó el Día de los Difuntos y no hubo resurrección de las ánimas. Querríamos decir que este muerto estaba muy vivo, y fue así durante toda la primera parte, pero al final regresó al hoyo.
El Espanyol se salió en el comienzo. Los jugadores blanquiazules provocaron cinco saques de esquina en los diez minutos iniciales. La estrategia relucía con variedad de opciones en todos los lanzamientos. El peligro acechaba el área valenciana del exculé Cillesen, portero que tuvo que estirarse más allá de sus límites para sacar un disparo de Sergi Darder a córner, cuando la grada cantaba el gol.
El juego y la presión perica ofrecían un óptimo resultado. Los de Celades no conseguían salir de su campo, mientras que Víctor Gómez se hinchaba a crear peligro con sus acciones por la banda derecha. Pablo Machín había decidido cambiar los hombres de ataque y de salida puso a Wu Lei y Ferreyra en el once en detrimento de Vargas y Campuzano, titulares frente el Athletic.
Un intento de zarandear la delantera para obtener mejores resultados ofensivos ante la falta de gol de los puntas. Falta un referente arriba, un Borja Iglesias o un Gerard Moreno de anteriores campañas, para materializar los momentos de inspiración que tiene el equipo.
Y fruto de este fulgurante arranque llegó, por fin, el gol en el RCDE Stadium, obra de un futbolista espanyolista (el anterior contra la Real Sociedad lo marcó Zaldua en propia puerta).
El tanto vino como consecuencia de un penalti. Balón al área en una falta lateral, remató de cabeza Naldo y manos claras de Kondogbia. Marc Roca, el ‘21’, tomó la responsabilidad. Plantó la pelota en el punto fatídico y lanzó. Cillesen se tiró a un lado y el esférico entró por el otro. ¡Gol!
La maldición de Cornellà-El Prat parecía haberse difuminado y nos consta que no faltó el exorcismo para romper esta racha negativa. Un empleado del club que siempre está en permanente contacto con los jugadores y el césped del estadio no dudó en ponerse la sotana del padre Damien Karras en la noche de Halloween para practicar el conjuro que cerrase la maléfica posesión.
El efecto, sin embargo, duró media parte. El Espanyol en la reanudación se dejó de exorcismos para entrar en un ‘Escape Room’ del que no supo salir. Este grupo de once se metió en su campo, siendo incapaz de resolver los problemas que se le planteaban. Gran animador resultó el árbitro Pizarro Gómez con los sobresaltos que dio a la parroquia, al señalar penalti en contra y luego, tras paso por el VAR, pitar mano a favor de los pericos.
Sí sancionó como pena máxima el inocente empujón de Víctor Gómez a Rodrigo, que Parejo no erró. Machín volvió a mover la delantera, para hacer evidente la falta gol, con la entrada de Vargas y Campuzano. Y, sin embargo, quien se enchufó fue el Valencia, que aprovechó una pérdida de balón en la media para que la pesadilla Rodrigo pusiese un centro medido a Maxi Gómez.
“Este es el camino”, insistía Marc Roca cuando concluyó el partido, pero el Espanyol sigue sin encontrar la salida a este ‘Escape Room’ en que se ha metido y que ya tiene el tiempo corriendo en su contra.
Colocan el Espanyol a la altura de un Sporting que en la temporada 1997-98 protagonizó un pésimo inicio de temporada y que hasta la jornada 24 no pudo ganar su primer partido en casa. Esa campaña los asturianos solo ganaron dos partidos, el mencionado ante el Racing y otro contra el Espanyol.
No creemos que sea el caso perico, pero habrá que tirar de más exorcismos para acabar con la pésima línea en el RCDE Stadium y si el padre Damien Karras no es suficiente, que fichen a un delantero.