Como jode tener razón en algunos casos, pero es que lo del Coliseum se veía venir. Había demasiados elementos en contra para que el Espanyol no activase su tradicional idilio con el fracaso. Un rival moribundo. Un estadio feo. Una tarde lluviosa. Y, por encima de todo, la ocasión de dar una alegría a su gente, ni más ni menos que superar al enemigo deportivo en la clasificación. Todo, ejerce un magnetismo invencible para un jugador del Espanyol. Como Ulises atraído hacia el canto de las sirenas, la vocación del naufragar es altamente irresistible. El Espanyol nunca pierde una oportunidad de perder una oportunidad.
No se engañen. No es cuestión del planteamiento fallido De Vicente Moreno, que ayer hizo autocrítica para evitar, de nuevo, criticar en público a sus jugadores. Que no se nos vayan a deprimir por subrayarles el desastre que supone perder donde nadie ha perdido y donde poquísimos perderán. El equipo de Quique Sánchez Flores era un muerto en vida, acaso un zombi que sacó fuerzas de flaqueza para liquidarnos de dos mordiscos. Sacarnos sangre no, porque para eso hay que tenerla y que te hierva cuando te gana un equipo desahuciado. Y ¿saben qué? Que tampoco es culpa de ellos. Intercambiamos camisetas y permutamos banquillos y palman los de rojo. Porque Quique también perdió aquí y soltó aquello de “igual no damos para más”. Y es que vestir la camiseta del Espanyol en estos casos te convierte en un tipo blandito y apocado que se ampara en mil excusas para justificar el naufragio antes de morirse de vergüenza, y encerrarse dos días en casa hasta mitigar el ridículo, que sería no solo lo natural, sino lo recomendable si uno conserva una pizquita de amor propio. Descuiden, no pasará.
Que no se sulfure nadie. Si los que debieran hacerlo no lo hacen, usted tampoco debiera alterarse en demasía. Todo pasa, que decía Santa Teresa, y esto también pasará. Y no solo pasará sino que volverá a pasar. Para impedirlo debieran darse cambios estructurales que ahora mismo no están en el menú. Para empezar, alguno de los aludidos debería leer esto, compartir nuestra vergüenza y cabrearse profundamente con lo ocurrido. Con ellos mismos, con su rendimiento paupérrimo, con el hecho de haberle dado la razón a los profetas pesimistas que han visto perder este partido tantas y tantas veces.
Pero estamos muy lejos de que esto remotamente pueda suceder, así que mejor pensamos en zurcir el descosido ante el Granada y evitar así volver a Getafe el año que viene. Si todo sigue su curso normal, estaremos en ligas diferentes el curso próximo. En esta ocasión, desde luego, no lo pareció.