Desde hace unos años, con la aparición de las redes sociales, se ha creado un debate diario en dichas plataformas en relación al fútbol. Un deporte que despierta todo tipo de pasiones, muchas de ellas envueltas en una montaña rusa de emociones que fluctúan de un día para otro en función de un resultado o un rendimiento a corto plazo. Los profesionales del fútbol, especialmente jugadores y entrenadores, son a diario juzgados, señalados y evaluados por cualquier persona que tenga un perfil en cualquiera de esas redes sociales.
Es cierto que las redes sociales han aportado un canal alternativo de información y que bien usadas tienen su parte positiva. El problema viene cuando dichas redes se convierten, por parte de muchos usuarios, en una plataforma donde expresar sus sentimientos más primarios, creando un escenario de opiniones, debates y críticas totalmente tóxico y nada constructivo. Un escenario que desde hace tiempo creo que afecta, y mucho, al entorno del Espanyol. Un entorno que ha sido, en su gran mayoría, fiel y respetuoso con su equipo a lo largo de la historia pero que posee también una corriente dentro de él excesivamente pesimista, acomplejada a veces, y de forma consciente o inconsciente, destructiva. Y es que existe una parte de la masa social del club, y en ella incluyo a algunos periodistas supuestamente pericos, que en muchas ocasiones, quiero pensar que fruto de la ceguera y la rabia transitoria provocada por algún resultado o decisión técnica, crean un ambiente a través de las redes sociales que no solo no favorece en nada a la hora de crear un clima y una sintonía agradable entre los profesionales del club y el entorno sino que perjudica y condiciona notablemente el buen desarrollo de sus actividades y los limita a la hora de dar su mejor versión y el máximo rendimiento en sus tareas.
Un club de fútbol no solo son sus jugadores, técnicos y directivos. De hecho, todos ellos están de paso y tienen, tarde o temprano, fecha de caducidad. Un club son también sus socios, sus seguidores y simpatizantes, y todos aquellos que de alguna u otra forma sienten los colores del club. Y todo ese entorno es mucho más importante de lo que parece. En el Espanyol, ese entorno debería hacer un ejercicio de autocrítica y valorar honestamente si expresando depende qué opiniones en las redes sociales de manera sistemática y de una forma visceral y dañina favorece o perjudica a la entidad que aman.
El Espanyol es un club que a lo largo de su historia ha luchado siempre contra corriente en una ciudad, la suya, muchas veces hostil. Y la masa social perica siempre ha aunado fuerzas para sobrevivir ante esa adversidad y lo ha logrado con éxito. Se ha creado un sentimiento singular de pertenencia a unos colores. No seamos nosotros mismos los que ahora con las nuevas tecnologías pongamos palos en las ruedas para evitar seguir no solo sobreviviendo sino dando ese paso firme al frente que muchos hace tiempo que anhelamos.