Sumó un punto el Espanyol de Luis Blanco, un míster que que es capaz de convertir el marrón que le ha caído en una oportunidad de demostrar que es tan buen entrenador como buen tipo. En su primer día y pese a que podía escabullirse pues nadie le ha pedido nada más que poner el carnet, le dio para hacer autocrítica sobre el juego de su equipo. Y es que el partido, jugado a ritmo de amistoso veraniego, tenía más de pinta de velatorio que de festejo, con elementos de ambos. Para empezar con la Grada Canito ausente certificando que sin ellos el estadio es un cementerio. Se ausentó también el grueso de la pericada, apenas 14000, cifra engordada con muchas invitaciones, asistieron a las exequias de una plantilla en estado de derribo. Queda el epílogo en Granada, al que RDT decidió no asistir, provocando descaradamente la amarilla. Debe tener algún compromiso más importante como peinar las crines de su caballo. Ya nos enteraremos por Instagram. De cualquier manera, de Raúl, el jugador con más talento y desgana de la plantilla, ya no queda demasiado que discutir, salvo el precio.
Por lo demás el primer partido de la era post Rufete, dejó al Espanyol con 41 puntos. Si no lo remedia Granada, será la segunda peor puntuación de nuestra historia desde que hay tres puntos por victoria, dato que sumar a los argumentos de los críticos con esta etapa ya concluida. Y, de todas maneras, si por el alineamiento de los astros se produjese la victoria, esta no se la podríamos apuntar a Vicente Moreno, que desde luego cumplió objetivos y se fue como un auténtico señor, pero deprimiéndonos hasta el hastío a domicilio. Curiosamente, en el banquillo opuesto, nos visitaba Bordalás, por quien dicen que ha preguntado el Espanyol. Si eso tuviese visos de materializarse hay muchos que pedirían la baja voluntaria si es que no los han vendido antes. Habrá que esperar.
Nos despedimos de una liga que pese a ser convulsa nos ha dado no pocas victorias en casa, aunque en la mayoría de partidos el aburrimiento haya sido la tónica general y mas puntos que emociones y fútbol. No la recordaremos con especial cariño, aunque haya supuesto nuestro retorno a la élite y a los estadios tras la pandemia. Nos despedimos también de una plantilla que debe cambiar mucho para no pasar angustias el próximo curso. Hombres que han sido importantes escribieron ayer su última página frente al que hasta ayer ha sido su público, su gente. Entre todas las despedida posibles que se adivinan, el momento más emotivo se vivió con David López. El capitán nos puso la piel de gallina al retirarse al vestuario. El aplauso merecido que recibió es a la vez broche y sutura de pasadas amarguras. Honesto y comprometido, siempre será uno de los nuestros. Molta sort, David.