Pues el runrún ya está aquí, y con razón. Volvió el Espanyol a ser ese equipo semidescremado fuera de casa… y quemó a la parroquia. El puzzle se le desencaja a Sergio fuera de casa, ya sea con el 4-1-4-1 o lo que se tercie. No hay continuidad a los momentos buenos arrancados en el Power8 y así, con muy poco, le basta a los rivales. Se diría que el Athletic ganó casi por inercia ante las facilidades pericas: un partido ultratáctico que se desencalla con un gol de Aduriz de córner lo define todo demasiado bien. El Espanyol se queda a medio camino de todo y no escapa de su inconsistencia.
El míster describió el partido de San Mamés con crudeza y hasta un punto de crueldad poco frecuente en el mundo de los entrenadores. Machacó que “una vez más, no hemos sabido competir” y, pese a que prometió que hay equipo para “jugar espectacular”, hay frases que un vestuario no recibe jamás de buen grado. Mal asunto de cara a buscarse aliados para ya la “primera final” ante el Levante, como la definió Abraham. Y pésimo si, como apuntan algunos agoreros, el encuentro ante los granotas va adquiriendo tintes de ultimátum. Aquí lo hemos dicho muchas veces: si la apuesta es Sergio, situarle en el disparadero sobra. Pero es obvio que debe apostar por una idea y ver hasta dónde puede llegar a evolucionar, a prosperar. Los bandazos de rumbo no sólo desorientan, sino que están desfigurando al equipo, que vuelve a la casilla de salida una y otra vez.
Sergio ya sabe que la madurez de su conjunto es esencial para él. Determinará que hasta él mismo pueda llegar a alcanzarla como entrenador del primer equipo. Al técnico se le presenta un calendario no tan malo como se predice (por favor, Levante y Granada en casa, derbi al margen), pero con una Junta General de Accionistas como telón de fondo que siempre agita los ánimos. Le toca a Sergio saber capear el temporal y hacer frente al panorama con cabeza. Y pensar si el grado de ebullición y compromiso que a veces le falta al grupo lo pueden aportar Eric o Joan Jordán antes que algunas piezas que no elevan la talla final del Espanyol. Hay presagios de zozobra, y ante eso se requiere un capitán que agarre fuerte el timón y, sobre todo, su idea. Y eso, Monstruo, ya lo superaste sobre el campo.