«Es lo que hay» es una frase que han puesto de moda nuestros vecinos para justificar sus miserias. Es lo que hay. Y ya. Parece que a nosotros también nos cae como un guante para justificar la derrota ante equipos manifiestamente superiores, como lo es el Sevilla.
También lo hicimos ante el Atlético, ese equipo que mordió el polvo ante otro que ya dábamos casi por descendido, el Alavés. Y esa es la prueba del nueve de que en fútbol hay que creer y rebelarse contra el destino.
El nuestro era palmar en Sevilla y lo cumplimos a rajatabla. Sin ningún síntoma de rebeldía en el discurso final. Y eso sí que no. Salió mejor el Espanyol en el Pizjuán que la semana anterior en el Villamarín. Solo hizo un error en el primer tiempo y nos lo cobraron muy caro. Carísimo. Esto es lo que tiene jugar contra un grande y el Sevilla lo es.
Vicente dispuso sus armas para buscar las contras y precisamente un mal repliegue fue lo que nos condenó. Hasta aquí, la impotencia de saberse inferior que solo se pudo conjurar si el VAR hubiese indultado a RDT. Pero a la pantalla le faltó el trocito justo para saber si Suso le ofrecía coartada al delantero perico que de todas maneras volvió a hacer un gol estratosférico, aunque invalidado. Tres seguidos lleva ya.
Pero en el segundo tiempo la expulsión de Delaney abrió una ventana de oportunidad para un Espanyol demasiado resignado. Revoloteó sobre el animoso Pizjuán el déjà vu del Villamarín y todavía más cuando Cabrera empalmó una volea en semifallo que a la postre fue la ocasión más clara de los últimos minutos.
El descuento no ofreció sorpresas a un equipo que volvió a demostrar aquella máxima del fútbol según la cual acumular delanteros no le hace a uno atacar mejor. Faltó amenaza y sobró horizontalidad. Los balones a la olla, ramplones y mal medidos, se lo pusieron demasiado fácil a la mejor pareja de centrales de la categoría. Y en esas estábamos cuando Rafa Mir se llevó por delante las pocas esperanzas pericas de una cornada.
No tiene sentido rasgarnos las vestiduras porque en una semana tenemos al Real Madrid delante y tendremos que enfrentarnos con lo puesto. Pero desde luego poner paños calientes a un partido donde los pericos, como mínimo, volvieron a conceder en defensa y a mostrarse inoperantes en ataque, me parece la mejor manera de empezar a perder el encuentro ante los merengues.
Después de cada partido perdido hay que enfadarse. Eso es lo que hace un club que quiere convertirse en ganador. La autocomplacencia es la alfombra roja de la derrota. Levántense ya que viene otro Miura.