Orgullo, alivio, felicidad desmesurada… Heridas que sanan, las cosas vuelven a su sitio, vuelve la ansiada normalidad para un Espanyol que no lo ha tenido fácil. No lo ha pasado bien, pero la fuerza del escudo que estos jugadores llevan en el pecho ha surtido efecto. No podían volver a fallarle. Tampoco a su gente.
Volvió la normalidad. 304 días después. Diez meses, justos, más tarde de certificar el descenso a los infiernos. Un periodo que se ha hecho largo, que ha sido una pesadilla. En algunos momentos ha sido tortuoso y se ha llegado a pensar que esto, que al fin ya es una realidad, no sería posible. Se hizo justicia. El Espanyol es de Primera. Siempre lo ha sido, pero ahora volverá a la categoría de la que jamás debió haberse ido. Y con un pleno. Con un cinco de cinco. Haciendo historia por ser un equipo que cuando bajo, al curso siguiente lo enmienda. Una muestra inequívoca de la fortaleza de una entidad acostumbrada a la épica. A tener que luchar contra viento y marea por mantener su sitio en Catalunya y en el mundo del fútbol.
Lo que cuanta es el qué, no el cómo
Somos el Espanyol y era un día decisivo. ¿Qué se pensaban? Es lo que ha pasado toda la vida; viviendo al límite, puro sufrimiento. Es casi idiosincrasia de este equipo. Con un punto bastaba, de ahí a que fuera un tanto sorprendente que se respirara tanto nerviosismo. Llegaba el conjunto de Vicente Moreno en plan rodillo, pero la puesta en escena en La Romareda, un feudo en el que se respira fútbol de antaño, fue tosca. El calor, la especulación… Todo olía a final. ¿La suerte? Que con el 0-0 el ascenso ya era un hecho. Y aunque el juego no hiciera justicia a todo lo que había en juego, el resultado sí lo hizo. Ya se sabe, cuando uno idealiza algo y lo espera con tanto anhelo, cuando sucede, la gran mayoría de veces no se cumplen las expectativas. No siempre todo es épico y puro espectáculo. Aquí lo importante era sumar, y se hizo. Vuelve el Espanyol a Primera. Vuelve la normalidad. Que este partido no tape el ascenso. Céntrense en aplaudir, festejar, reír… Congratúlense de ser de un equipo que jamás se rinde. Que si se cae, se vuelve a levantar. Y eso tiene mucho mérito. Pues no han sido pocos los históricos que se han quedado por el camino. Que no han logrado lo que sí ha hecho este Espanyol -y a ritmo de récord-. Y es en estos momentos cuando también hay que acordarse de todos esos pericos que también se han quedado por el camino y no han podido vivir esto. Esto también va por ellos. Desde ahí arriba seguro que tampoco se lo perdieron. Y por las nuevas generaciones. Por los que han vivido su primera gran alegría. Porque esto, señoras y señores, es un gran triunfo. Y como tal hay que celebrarlo. Pues en este descenso había 120 años de historia en juego. Saboreenlo. Vistan sus colores con orgullo.
¡Qué bonito!
¡Qué bonito lo que vimos en el verde de La Romareda! A partir de ahora un lugar que jamás olvidaremos. ¡Qué bonito ver esa piña de todos! Saber que el capitán David López se encargó, emocionado, de hacerles entender que ayer era el día. De recordarles lo difícil que ha sido todo y que entendieran que no se podía fallar. ¡qué bonito es ser del Espanyol! Permítanme esta licencia. A una servidora que ha vivido, y sufrido a partes iguales, este ascenso ya de forma consciente como una perica más. Como parte de algo que no se puede explicar. Porque no, el resto no lo pueden entender. Aunque lo que sí deben entender desde los altos estamentos es que hay que aprender la lección y ahora ya sí, a partir de hoy mismo hay que empezar a construir el nuevo Espanyol que vuelva a perpetrarse en la máxima categoría. Y eso pasa por atar a los nombres propios que han guiado al equipo hasta aquí. Porque el rumbo de este equipo, no se engañen, no hubiera sido el mismo sin Vicente Moreno al timón, Raúl de Tomás, Puado, Darder, Embarba… Ellos son los grandes nombres propios que este equipo necesita mantener para que la estancia en Primera sea agradable. Afición y equipo ya han cumplido, ahora el balón ya está en su tejado. Esforcémonos por seguir disfrutando.