M e gustó la rueda de prensa del presidente Collet, el pasado viernes. El discurso fue claro, contundente y riguroso. La afición no debe caer en el pozo de la desilusión ni alejarse de la militancia. Resulta muy fácil subirse a carros ganadores y de riesgo limitado. Es mucho más complicado fidelizarse con causas menos cómodas. Y el recorrido del RCD Espanyol, no vamos a engañarnos, es tan sinuoso como las etapas montañosas que nos esperan en el Tour que arrancó el pasado sábado en Córcega. Pero no es de recibo darle la espalda a una entidad que lucha contra el poder establecido, que jamás recibe ayudas ni prebendas y que vive acostumbrada al desprecio y a la escasa sensatez de una mayoría que suele cobijarse bajo el sol que más calienta, sin preocuparse que en la variedad suele estar el gusto. El club necesita el apoyo de los suyos y hay que renovar y seguir fieles a la militancia perica.
Más temas de carácter espinoso. Recuerdo, hace unos años, que el expresidente Ferrán Martorell tildó de “trileros y piratas” a Josep Mussons y a Joaquín Rifé, entonces máximos responsables del fútbol base culé. El motivo no era otro que la intromisión y la falta de tacto de los rectores culés, fichando canteranos pericos y entrando en sus instalaciones como elefantes en cacharrerías. Años después, los hábitos de los actuales dirigentes blaugranas distan mucho de los valores que predican y que no practican. Continúan a lo suyo, expoliando y arrasando sin cesar. El pasado viernes, sin ir más lejos, el presidente del Girona, Joaqim Boadas, lamentaba enterarse por los periódicos que le habían levantado al entrenador, el periquito Joan Francesc Ferrer Rubi. El comando blaugrana había vuelto a actuar. Ni una llamada, ni un contacto, ni un correo. Al estilo del antiguo Oeste. Por detrás y a traición. Con alevosía y premeditación. Otra demostración de prepotencia y de nula ayuda al resto de entidades catalanas. Reitero que no critico ni a los chavales ni a los técnicos que deciden cruzar la línea. Critico las formas. No cuesta nada una llamada, un contacto y, en definitiva, actuar como dictan las relaciones y las normas de la convivencia. De ahí que Joan Collet estuviera brillante en su intervención, especialmente con unas palabras que definen perfectamente el fácil uso de la demagogia por parte de ciertos personajes: “los valores no se predican, se practican”. Estamos de acuerdo, president, menos catecismo y más solidaridad.