Más allá del resultado, estaba por ver qué Espanyol veríamos en el Santiago Bernabéu: ese equipo que daba el balón al rival y esperaba salir a la contra, o un conjunto valiente como el que hemos visto en las primeras jornadas. Rubi fue fiel a su estilo y a pesar de no poder contar con el líder David López, planteó un encuentro de tú a tú ante uno de los mejores equipos del mundo. Solo una jugada desgraciada, unida a la calidad de Asensio y a un VAR que volvió a actuar en contra del Espanyol -gol legal que en un principio Mateu no dio-, así como la falta de puntería en los últimos metros -¡ay, Borja de mi vida!- evitaron que el cuadro blanquiazul sumara algo positivo en su visita a la casa blanca.
Si ya estábamos ilusionados con el inicio de campaña del equipo, por las sensaciones que ofrece y el fútbol que practica, después de mirarle a la cara al Real Madrid durante más de 90 minutos es para seguir igual, o incluso más. La actuación espanyolista fue para sentirse orgulloso del equipo. No se recuerda un partido en la Castellana en el que el Espanyol haya tenido tanto el balón, más allá de las ocasiones marradas. Hasta Varane, acabado el encuentro, reconocía que el cuadro perico “juega muy bien, es muy intenso y presiona muy arriba. Juega un muy buen fútbol y nos ha dado mucha guerra”. La línea a seguir es esta.
Un equipo reconocible
Decía Rubi en la rueda de prensa previa al encuentro que no quería que el partido durara 30 o 40 minutos, algo a lo que en los últimos años estábamos demasiado acostumbrados. Jugar como había jugado hasta el momento el Espanyol podía invitar a pensar que ello ocurriría, pero nada más lejos de la realidad: el equipo se mantuvo firme, con una presión alta que por momentos asfixió al Real Madrid, una intensidad tremenda y unas ayudas en defensa loables en la que todos los jugadores se desfondaron y que, seguramente, harán que Rubi haga cambios de cara al partido del martes ante el Eibar.
A todo ello hay que añadirle que a los jugadores blanquiazules no les quemaba el balón en los pies. El equipo jugó con la confianza que le ha transmitido el entrenador desde el primer día, y a pesar de que hubo momentos en los que los futbolistas bajaron un poco el ritmo, éste se recuperó y el Espanyol acabó embotellando a todo un Real Madrid en su campo. Y en su propio estadio. Algo está cambiando.
Velocidad y recambios
Era una de las opciones que se habían barajado entre semana y así fue. Rubi dio entrada en las bandas a Hernán Pérez y Piatti en detrimento de Sergio García y Leo Baptistao. Y funcionó. Se combinó el juego directo que exigen dos puñales por banda como son el paraguayo y el argentino con las jugadas trenzadas y en la primera parte dio la sensación que el Espanyol pudo llevarse un premio mayor.
El equipo regresó de vestuarios un poco empanado y Rubi lo supo ver. La entrada de Baptistao significó un soplo de aire fresco para el equipo; el hispanobrasileño combinó por dentro con Borja Iglesias, y cuando entró en el terreno de juego Sergio García la cosa incluso mejoró, creando y tocando incluso más que en la primera mitad y encerrando al cuadro blanco, que prácticamente acabó pidiendo la hora y sufrió algún que otro silbido por parte de su afición.
Sin lugar a dudas, este Espanyol promete. Gusta y se gusta, disfruta y hace disfrutar. Y, si todo sigue igual, esto va a ir a más. Los delanteros cada vez se entienden mejor, Marc Roca se atreve con todo, Granero está a un nivel exquisito, Dídac Vilà recuerda a ese imberbe que se marchó al Milan… Esto funciona con una filosofía: la de tener el balón, tratar de ser protagonistas, presionar arriba durante todo el encuentro y nunca, nunca tirar la toalla.
Para entender todo ello, permítanme echar la vista atrás unos meses, al stage de Olot. Los jugadores acababan ‘muertos’, en sus propias palabras, las sesiones de trabajo. Y la mayoría coincidía en haber sufrido tanto en pretemporada en pocas ocasiones. Ese físico, ese llegar a todos lados incluso en el añadido, viene de ahí. No lo duden. Es el estilo de Rubi.