Empieza una nueva temporada y alguna de las profecías que enunciamos al final de la anterior van camino de cumplirse. A uno le gustaría ser bueno y no un mal pensado, pero la sociedad y las circunstancias del entorno son los culpables del empecinamiento en la rebeldía y la contestación. Ya avisé de que el Espanyol perdería un peldaño en el ranking de audiencias catalanas y así ha sido. A partir de ahora ¡albricias! Catalunya ya tiene otro equipo en Champions. El Bayern pasa a ser más importante que nosotros. O por lo menos así le parece a la abundante prensa culé, TV3 incluida, por supuesto. Ya lo decía Lluis Llach: es un país petit. Tant petit que se va uno del pueblo a trabajar al extranjero y se convierte en el cotillero de los paisanos. Ni tratándose de Pep 1er el matiner tiene sentido tanta beatería. Son las cosas de culerunya.
Chapuzas reglamentarias
A las puertas de comenzar la Liga y con el ‘marrón’ del juego limpio encima de la mesa por las sospechas de amaño de partidos, parece un contrasentido que el mercado de fichajes se cierre con la competición ya en marcha. Se puede dar la circunstancia de que jugadores pretendidos por unos clubes se enfrenten a estos antes de cerrarse el plazo de fichajes el 31 de agosto. Si dicen que la ocasión hace al ladrón ¿por qué no evitar algo tan absurdo como que jugadores que empiezan en un equipo puedan jugar en otro a la semana siguiente? ¿Se imaginan a un portero, pretendido por un rival, tenerle que parar a sus futuros ‘jefes’ un penalti en el último minuto? Claro que como el calendario es una chapuza y un juguete en manos de los operardores de televisión, ocurren estos contrasentidos. Y en el tema de los amaños de los partidos ¿es justo que siempre paguen los platos rotos los equipos y los jugadores, que son los que se llenan los bolsillos, salgan de rositas? Muchos rumores y pocas sanciones.
La estrategia de los grandes
Gracias a los petrodólares del Rubin Kazan tenemos al ‘negrito’ de los nervios. Esa estrategia negociadora de los poderosos perjudica mucho a los clubes vendedores como el nuestro. En vez de negociar con el equipo dueño de los derechos le hacen una oferta mareante al jugador, poniéndolo de culo con su club. En caso de que el club de origen no acepte la oferta de traspaso, consiguen enrarecer las relaciones entre equipo y jugador, con el consiguiente perjuicio deportivo. Y ya sabemos que en este negocio si un jugador está cabreado el perjudicado siempre es el club, que acaba regalándolo. Hace bien el consejo al plantarse y exigir un buen precio por el jugador, y si nadie está dispuesto a pagarlo, que se quede. La tila y las buenas maneras de Aguirre ya conseguirán calmar al enérgico jugador. Ojalá que no se vaya, porque tanto él como Thievy gastan una gasolina con un octanaje muy superior al de sus compañeros, que les hace llegar al minuto 90 de los partidos con la misma fuerza que al inicio del partido.