La última jornada de liga suele enfocarse de forma diferente cada temporada. En la 2018-19, por ejemplo, el Espanyol se jugaba entrar en la Europa League y, por lo tanto, además de estar el RCDE Stadium lleno hasta la bandera, la emoción y la euforia fue máxima y con recompensa final. En la temporada pasada, la 2019-2020, la temporada de la pandemia, el equipo ya estaba descendido y el último partido contra el Celta de Vigo (que sí se jugaba algo más que el orgullo) significó alargar la agonía más que otra cosa. Ni el orgullo por ganar podía salvar aquello. Este curso, con el ascenso ya conseguido y habiéndose quitado un peso de encima, puede parecer que el choque ante el Alcorcón es un mero trámite, una papeleta, y que los jugadores y cuerpo técnico ya están de vacaciones antes de volver por fin a Primera división. Pero esto no ha acabado, aún falta la fiesta de despedida. Despedida de una categoría a la que en el fondo (muy en el fondo) hay que agradecerle muchas cosas como, por ejemplo, que haya revitalizado a jugadores que la temporada pasada parecían una sombra de lo que realmente son. También hay que agradecerle la dosis de realidad que inyectó a un equipo y a un club que no creó ni creyó en un proyecto sólido. Y también hay que darle las gracias por darle una segunda oportunidad de empezar a hacer las cosas bien.
Después de la temporada pasada que vivieron club y afición, lo mínimo es que esta además de conseguir el objetivo se intente acabar campeón. El ser o no ser es importante. Acabar como campeón de LaLiga Smartbank no determina la temporada, obviamente, pero es importante por varios motivos: confirma la superioridad que ha demostrado durante todo el año, pone el colofón a una temporada que ha pasado sin demasiados apuros, demuestra que el equipo no se deja ir y que es ambicioso hasta el final. Y, sobre todo, no es lo mismo ser primero que ser segundo. En varias ocasiones, tanto esta campaña como en otras anteriores, al Espanyol le ha faltado mantener esa ambición hasta el final, y muchas veces ha pagado el conformismo y la relajación antes de hora. La exigencia debe permanecer hasta el final. El propio Vicente Moreno ha reconocido que después de conseguir el ascenso el equipo se relajó y se notó ante el Cartagena y ante el Tenerife.
Dicho esto, el equipo, por supuesto, se ha ganado el derecho a no tener presión y no sufrir hasta el último momento. Se ha ganado el derecho a disfrutar del fútbol y nada más. Los que han tenido menos minutos y menos protagonismo se han ganado su momento… Y los canteranos se han ganado el derecho a demostrar y mostrarse. De hecho, se prevé un equipo lleno de actores segundarios, sería lo lógico después de una temporada de mucho desgaste mental. Aun así, hay que salir a ganar el título. De Segunda división, sí, pero un título.