No es el madrileño un tipo al que le guste pasar desapercibido. Su facilidad goleadora se fusiona con su capacidad de levantar pasiones para algunos y animadversión para otros. No deja indiferente a nadie.
Ya desde su llegada, donde decenas ‘testimonios’ aseguraban que estábamos ante un jugador polémico, que no entrenaba bien, que no era buen compañero, etc… Hasta el día de hoy, ha estado rodeado de una polémica en torno a su vida privada, que no tiene absolutamente nada que ver con lo que vemos y demuestra en el campo.
Jugador determinante donde los haya. Una lesión suya en el momento más inoportuno nos privó de salvarnos, pero un excelente año en Segunda división contribuyó de forma decisiva a que pudiéramos regresar a la máxima categoría. Una vez aquí, en nuestra categoría natural, sus grandes actuaciones han conseguido mantenernos a nosotros en la Primera división y a él llevarlo a la selección absoluta. Créanme, sin ese jugador no habría sido posible ninguna de las dos cosas: Ni subir, ni mantenernos.
Muchos piensan que es un jugador que no ofrece trabajo y sacrificio en defensa. Seguramente tengan razón, en su totalidad o en parte, pero esto no enturbia que fue un gran acierto su fichaje. Marcar más de 15 goles por temporada durante dos años seguidos con un equipo que no ofrece ningún estilo de juego ni ninguna fluidez ofensiva tiene muchísimo mérito.
Quizá el hermetismo al cuál está, no se bien si es sometido o autosometido, con los medios próximos al club, hace que al jugador se le vea más frío o distante de lo que estoy seguro que es en realidad. Quizá escucharle hablar más a menudo sería más producente hacia su imagen incluso que regalar camisetas con su nombre.
Al final, Raúl es ese gran desconocido, ese hombre al que amas con locura o al que amas odiar y eso, en un club donde la afición manifiesta abiertamente estar hastiada de la mediocridad, es un factor a tener muy en cuenta.