Esto es como la historia interminable. El mítico día de la marmota. Siempre que nos ponemos por delante y llegan los momentos de los cambios, el equipo se desdibuja y dejamos de tener posesión de balón. No digo que sea culpa de Rubi pero esto deja de ser una casualidad para convertirse en una normalidad. Los últimos 15 minutos en el Villamarín ni pasamos de medio campo y ya me puedes decir que el otro equipo te aprieta y tiene muy buenos jugadores que no me creo nada. O sea, ¿que los buenos jugadores del otro equipo salen a jugar de verdad al final? ¿O es que nosotros decidimos poner el autocar detrás y verlas venir?
Si te centran diez veces en diez minutos y te rematan 12 veces en los 20 minutos finales, ¿qué esperas que suceda? Esto es como jugar a la lotería. Si te gastas 40 euros para el sorteo de Navidad, lo llevas mal para que te toque. Pero si te gastas 20.000 euros en décimos, tendrás más probabilidades de ser el afortunado. Al Espanyol le toca casi cada partido. ¿Será que tenemos suerte? Porque jugamos los minutos finales para que nos toque, ¡¡eh!! ¿Eso lo tenemos claro?
Solo espero y deseo que este sea un paso para afianzar un estilo que dará frutos en un futuro próximo como la temporada siguiente. Jugar con seis jugadores de casa, gente joven que aún tiene ficha del B y tutear a muchos equipos habla muy bien de la primera temporada de Rubi. Si encima es capaz de gestionar estos últimos minutos para llevarse esos 25 puntos que hemos dejado escapar una vez nos hemos puesto por delante en el marcador, ya se convertirá en el entrenador perfecto. Eso es lo que deseo, y que me toque la lotería por una vez en la vida, también.
