Los López cimentaron la columna vertebral de la primera temporada entera de la era Chen, la 2016-2017. Junto a Gerard Moreno, quien fue ganando jerarquía con el paso de los partidos, formaron el pasillo de seguridad –eso de lo que tanto le gustaba hablar a Luis Aragonés– del Espanyol de Quique Sánchez Flores. Diego vino para cortar por lo sano las dudas que generaba en la portería Roberto, tan espectacular como poco sobrio. David, tras su más que correcto paso por el exigente Nápoles, regresó al club para subir el nivel tanto de la posición de pivote como de central. Sin aspavientos y ejerciendo un liderazgo más de puertas para adentro que de puertas para afuera, como normalmente ameritaban las circunstancias, han vivido juntos los últimos seis años del club, bastante descriptivos, por cierto, de la realidad histórica ante la que siempre pretendemos rebelarnos: in primer año más que prometedor con Quique Sánchez Flores, la frustración ante la falta de continuidad y de inversión del curso siguiente, la histórica clasificación para la Europa League, el funesto descenso el año de la pandemia, el ascenso y finalmente la permanencia en la vuelta a la élite.
Diego priorizó quedarse y devolver al club a Primera a marcharse, pese a tener ofertas para seguir como meta titular en LaLiga Santander. David condicionó el futuro de su carrera deportiva para arrimar el hombro en las horas más oscuras de la historia reciente de la entidad al jugar infiltrado. Además, ambos han sufrido nuestra peor versión como aficionados. Diego, siendo analizado siempre con el sesgo de su edad, como si el fútbol y las fechas de caducidad de los futbolistas no hubieran cambiado y se hubieran prolongado notablemente. David, caricaturizado simplonamente por unas declaraciones desafortunadas en El Sadar. Su propia personalidad discreta, acorde al apellido que portan, y el contexto, propiciaron que ejercieran un liderazgo silencioso, de perfil bajo, encajando a veces unos niveles de sufrimiento que les supusieron un alto coste personal, como han dejado entrever ambos jugadores y como nos consta a muchos. Por eso, tras haber padecido –también– nuestra peor versión como aficionados, ahora merecen ver nuestra mejor cara. No sé cuál puede ser la mejor fórmula para acercar a los dos capitanes a su afición en su despedida, pero el club debería darle la importancia que merece el acto y estar a la altura, pues si una entidad debe darles valor a los gestos, a todos los niveles, esos somos nosotros. De igual forma que, a otro nivel, espero que sepamos estar a la altura en el adiós de Melendo, si finalmente este termina consumándose, y de Dídac, también de Dídac.
Afirmaciones muy buenas con los López las corroboro totalmente eres un crak
Muchas gracias, Maurizio.
Bon article!
Gràcies!