El que perdona lo paga. Y si no que se lo pregunten a un Espanyol que tras un esfuerzo titánico se dejó dos puntos en la última acción de partido. Pudo el cuadro perico rematar al Celta pero no lo hizo, y eso al final propició que se quedaran con cara de tontos. Frustrados y hundidos. Y es que lo que era un triunfo ya cantado acabó en decepción. Mejoraron sí, pero lo vivido en el último suspiro fue imperdonable. Algo increíble, pero cierto. Un mazazo. Ayer era muy importante ganar.
Como Pedro por su casa. Así campa el Espanyol, no exento de sufrimiento claro, en sus partidos a domicilio. Ver para creer. Invictos de visitantes y en cambio, con la casa sin barrer. La cuestión es que este partido era una final, una reválida, un duelo de esos para salir a flote o ahogarse. Y el cuadro perico pataleó como nunca para salir a flote, pero acabó tragando agua. Necesitaban puntuar, más bien dicho ganar, como agua de mayo y eso se notó. Pero se cumplió a medias. Por lo que no hubo fumata blanca en Balaídos. Este Espanyol sigue siendo de lo más imprevisible y desconcertante. Idiosincrasia perica. Pasar del blanco al negro. De la alegría a la decepción. ¡No se puede desperdiciar una contra a favor de cuatro contra uno! ¡Sí! ¡Cuatro para uno y fuera! Partido por la borda. Punto que no supo a gloria y no por culpa del míster. Ayer fallaron los que estaban en el verde. Pero se vio que si quieren, pueden.
¡Extra, extra! ¡El Espanyol no tiró la primera parte en Balaídos! Pero calma, tampoco puede sacar pecho por ello, pues se mejoró lo vivido en todos los primero 45 minutos hasta la fecha, pero no lo suficiente ni lo que se espera de un rival necesitado. Compraremos que el rival también juega y que el feudo celtiña no es un paseo. Pero en defensa el equipo, pese a que aguantó el tipo, sufrió y demostró de nuevo numerosas carencias. Persisten los errores garrafales individuales. Las broncas de Diego López a sus compañeros en acciones comprometidas daban fe de ello. Todavía hubo fragilidad defensiva, aguantó y en la parcela ofensiva quiso.
Por raro que pareciera, a medida que iban pasando los minutos el Espanyol mejoraba, pero sin poder evitar algún que otra “uyyyyyy”. Un par de sustillos que, afortunadamente, no fueron a más. Eso fue lo que hizo aceptable el análisis del primer acto. En el cual, sabedor de todo lo que había en juego, se vio a un David Gallego muy activo corrigiendo y dando instrucciones a sus jugadores: “No te encierres Calero”, se escuchó perfectamente. También se le vio en alguna ocasión diciendo que no con la cabeza. De todas formas, se han visto cosas peores. Así que se podía dar por bueno lo visto en el verde de Balaídos para empezar.
Capaces de lo mejor y lo peor
Y casi sin haber salido del vestuario locura perica. Respiro de alivio de los jugadores. Gol de Pedrosa tras lo mejor que ha hecho Calleri desde que debutó. Jugada de fe, de lucha y subidón. Tanto que vimos al técnico perico volviéndose a vestir correctamente tras descamisarse en la celebración. Primera acción de peligro y gol. Guión perfecto. Dio el Espanyol con las teclas adecuadas y en el piano sonó bien el ‘Aleluya’. Y acto seguido fue el momento de sacar la corneta y gritar: ¡Al ataque! Hasta que el Celta, herido en su orgullo, volvió a ‘collar’ a un Espanyol que por un motivo u otro siempre marca estilo, no deja de sorprendernos y en este caso lo hizo jugando con cuatro laterales; Dídac y Javi López en sus posiciones naturales y Pedrosa y Pipa en los extremos.
Tiempo transcurriendo, marcador favorable y Gallego apostando por ser un poco ‘amarrategui’. Centrados en defensa y a sufrir a un cuarto de hora del final. Tocaba batallar y sudar. Jugaron con fuego. Arañaron segundos como pudieron. Desquiciaron al equipo y a la parroquia local y la ‘provocación’ acabó mal. Golpe final celeste que dejó al borde del K.O a un Espanyol que ante el Valladolid de Sergio deberá examinarse de nuevo. Que esto sirva de ejemplo de lo que no hay que hacer. Pues de nada vale una obra inacabada por mucho que prometa ser una obra de arte. Abracemos la fe de lucha que encarnó como nadie Calleri y aprendamos de una vez para crecer.