Ya podemos decir que el Espanyol ha expulsado los diablos que le atormentaron la pasada temporada. El miedo insuperable, la falta de confianza, la desilusión y las penas saltaron por la ventana cuando vieron entrar por la puerta del club al tándem Moreno-Pendín. Chamanes de profesión, entrenadores de fútbol en sus ratos libres. Porque su éxito, hasta la fecha, tiene mucho más de espiritual que de futbolístico (que también). Han revivido al muerto, y éste está más vivo que nunca. El dato más impactante es el de goles en contra. Como es algo que nos sabemos de carrerilla, sería bueno que no lo olvidáramos. Cuando lleguen los malos resultados tendremos que repetirnos obsesivamente ese dato como mantra contra las dudas y la ansiedad: un gol en diez partidos, un gol en diez partidos, un gol en diez partidos…
Siempre me ha resultado más fácil escribir de derrotas que de éxitos. Uno tiene un mini Leiva en el cerebro que, en momentos de euforia, tararea el trozo más cenizo de la canción Princesas, que dice así: “a veces pienso, que algo malo viene detrás”. Esa frase se nos clavó en el subconsciente a toda una generación y luego vino Messi, la crisis económica, la pandemia y el descenso a Segunda para demostrarnos que, efectivamente, algo malo viene detrás. Ahora parece que la sombra que acecha es conocida, familiar y que reclama venganza. Y aunque suene a personaje de Shakespeare, es David Gallego a los mandos de un Sporting de Gijón fulgurante, que nos pisa los talones desde que empezó la temporada. Un mal imitador del escritor inglés acabaría la historia con la victoria del despechado Gallego, arrebatándonos el ascenso, pero sin encontrar la felicidad que esperaba tras consumar la traición. Cuando les vengan pensamientos como éste (o menos disparatados, pero igualmente derrotistas), recuerden repetir para sus adentros como quien reza un padre nuestro: un gol en diez partidos, un gol en diez partidos, un gol en diez partidos…
La brujería de Moreno-Pendín ha actuado de contraveneno frente a los males recientes del Espanyol. Tan exitoso que nos ha transformado en el antónimo de lo que éramos hace un año: de goleados a imbatidos, de últimos a líderes, de club excitado y en demolición a institución sosegada que aprovecha la nueva normalidad para reconstruirse. Más inexplicable es la capacidad de estos dos chamanes/entrenadores para recuperar a una serie de jugadores que, por viejos o por incompetentes, habíamos aparcado precipitadamente en nuestro particular punt verd perico a la espera de que acabaran su contrato para darles puerta sin honores. Hablo de los renacidos de sus cenizas Calero, Diego López, David López, Pedrosa, Melendo y Darder. Sería más fácil escribir si no ganáramos casi siempre, sí. Porque, quizá sea por falta de costumbre, pero todo marcha tan bien que asusta.