Me lo esperaba y estaba convencido. Por mi cabeza no pasaba, ni por un momento, la posibilidad de puntuar en el Santiago Bernabéu. Era plenamente consciente de que el R. Madrid no perdería tres partidos consecutivos y que el equipo de Sergio sería la mejor medicina para relanzar a los blancos en su lucha por retornar al camino de las victorias. Ni contra once, ni contra diez. La imagen del equipo volvió a ser claramente mejorable. Cada partido del Espanyol es una adivinanza. En el derby, ante el FC Barcelona, los de Sergio cuajaron una memorable primera parte. Luego, en la segunda, fueron vapuleados por el Barça. Pero se vivieron 45 minutos de trempera y de buen fútbol. Ayer, nada de nada. Para más Inri, no apareció el Mago del Bon Pastor, a quien personalmente, hubiera reservado de cara al martes copero. Respecto al rendimiento de cierto jugador ecuatoriano, cuya mayor logro individual ha sido enmudecer a sus propios seguidores, prefiero pasarlo por alto. Únicamente deseo que cuando marque un gol, su gran obligación, no vuelva a chulearse ante la grada, se dedique a jugar y no a pasearse, como hizo ayer en el Bernabeu. Claro que no fue el único que salió a cumplir el trámite en el Paseo de La Castellana. En estos partidos, donde lo lógico y normal es palmar, no resulta de recibo el escaso esfuerzo de los jugadores. Y contra eso, me rebelo. Es inaceptable que un equipo que demuestra una extraordinaria imagen en Mestalla, salga a pasearse ante el Eibar o sea rácano y mezquino ante el R. Madrid. Y conste que dejo los resultados al margen. Pido esfuerzo, implicación y actitud. En el deporte, como en la vida, lo importante es la actitud. Tenemos el ejemplo de un perico de suprema categoría, el gran Ander Mirambell, que lucha contra todas las adversidades, a nivel de rivales, jueces caprichosos y escasos medios, pero que se parte la cara en todos y cada uno de los descensos por ser competitivo encima de su modesto y rudimentario trineo. Esa es la filosofía y la casta del esfuerzo, la que echo a faltar en tardes como la del día del Eibar o la ayer, en Madrid. Dicho lo cual, espero mayor acierto en futuros envites ligueros. Espero y deseo que la Copa sea otra cosa y cambie el chip y la mentalidad de la plantilla corta de miras.
Pasado mañana, martes, la entidad se juega mucho. La visita del Valencia representa la posibilidad de vivir una gran noche en el Estadio. Tras cinco años en Cornellà-Prat, la afición todavía anhela una primera gran noche mágica, una noche de esas que resultan inolvidables. Noches de remontadas, de magia, de implicación, de comunión entre equipo y la grada. Emociones vividas en el mítico Sarriá e, incluso, en el Olímpico de Montjuïc. Brujas, Bayern Leverkusen, R. Madrid, con el golazo de mi querido ‘Cholito’ Martín Posse. Días, en definitiva, que elevan la autoestima a niveles estratosféricos. Espero que el pueblo perico se moje, que acuda al Estadio y que anime desde el primer segundo del partido. Porque no nos engañemos, la Liga es el torneo de estar por casa, el de cubrir el expediente y punto. La Copa del Rey tiene un glamour especial y hay que dejarse la piel ante los valencianistas. Quién no recuerda con emoción aquella bendita Copa en Mestalla, en el año 2000 o el miércoles de Gloria del 2006, en el Santiago Bernabeu. Vale la pena el esfuerzo. Luego se ganará o se perderá, pero no me gusta extenderle alfombras o bandejas al rival. Con el espíritu del Cholito, a por el Valencia y a por la Copa. ¡¡¡Vamos equipo!!!!!