El final de temporada se está haciendo más duro de lo que nunca hubiera imaginado. Solo tengo ganas de bajar la persiana a una temporada para olvidar. O mejor dicho. Para que no olvidemos nunca, y aprendamos de los muchos errores que se han cometido para que no se repitan. Ha llegado el momento de hacer borrón y cuenta nueva.
Para regresar a Primera la próxima temporada, además de planificar con criterio la confección del equipo, es clave la elección del entrenador. Es el primer paso para que la pelota entre y lleguen los resultados. Y las apuestas fallidas durante este curso crean cierta incertidumbre en la afición. A muchos les es dificil encontrar motivos para creer que ahora se va a acertar con la elección del nuevo técnico. Y parte de razón tienen. Pero los responsables deportivos deben disipar estar dudas con un golpe de efecto.
Se necesita un técnico con personalidad y que conozca la categoría. No atinar en esta decisión significaría empezar el nuevo curso con dudas. Por eso, el espanyolismo está ansioso por conocer al nuevo técnico. Han aparecido algunos nombres y algún candidato, para mí, tiene los ingredientes necesarios para liderar el proyecto. Con su llegada, todo debería moverse rápido en un verano atípico.
Las dos temporadas que he vivido en Segunda, la decisión sobre la elección del entrenador fue muy distinta. Y el ascenso se logró de manera muy diferente. Por eso esta cuestión es clave para el futuro. En la última presencia en la categoría de plata se apostó por un hombre con carácter, que había entrenado en Segunda y que había tenido una gran trayectoria como futbolista: José Antonio Camacho. El de Cieza llegaba del Rayo Vallecano, con quien logró el ascenso. Ese curso, 1993-94, el Espanyol se proclamó campeón de Segunda y logró el ascenso matemático a falta de tres jornadas. Precisamente el día de Sant Jordi, Sarrià se vistió de gala para regresar a Primera. Les bastaba un empate, pero lo hicieron a la grande, goleando al Cádiz (4-0) y con unos 38.000 aficionados en las gradas. Y ese es el camino a seguir, siempre que se acierte con el técnico. Pero no siempre ha sido así. También se sufrió en exceso.
Solo cuatro años antes, en la campaña 1989-90, el ascenso fue casi un milagro. De infarto. El club apostó por Allan Harris, quien había sido ayudante de Terry Venables, para recuperar la categoría. El británico reconocía que afrontaba el reto más importante de su vida. Nunca había dirigido un proyecto de envergadura, lo que era muy arriesgado. Un experimento. Una apuesta muy arriesgada que no funcionó. No pasó ni un mes y medio de su incorporación cuando se le rescindió el contrato. No llegó ni a debutar en el campeonato. Y el 11 de julio llegó Benet Joanet, con experiencia en Segunda tras ascender al Tenerife, pero ya se iba tarde. Y esto se pagó. El equipo no funcionó y fue cesado tras la jornada 17, ocupando la séptima plaza a nueve puntos del líder. Juanjo Díaz asumió las riendas del equipo y se acabó quinto. El Bilbao Athletic, que no podía ascender, quedó entre los cuatro primeros lo que permitió que el Espanyol jugará la promoción ante el Málaga. Y la tanda de penaltis en La Rosaleda sonrió al Espanyol cuando todo parecía perdido. Se arriesgó demasiado y casi se pagó muy caro.
Dos ejemplos de la importancia de esta primera decisión. Tomen nota, ya que esto puede marcarlo todo.