Pertenezco a una generación que vivió muy intensamente la música. Los setenta y los ochenta supusieron una revolución en muchos ámbitos de la sociedad y la música tuvo un papel fundamental. Nos juntábamos para oír discos y aunque no entendíamos nada de lo que decían, conectábamos con aquel mensaje generacional. Era nuestra música.
A pesar de que todavía a muchos pericos les dura el enfado morrocotudo que ha supuesto la última temporada, sobre todo por la sensación de haber tirado a la basura una oportunidad histórica, ya estamos asumiendo la realidad y volvemos a engancharnos al equipo, nuestro equipo. Habrá deserciones y algunos mostrarán su enfado no renovando, lo cual me parece legítimo, pero la mayoría seguirá adelante esperando tiempos mejores.
Aunque aún no sabemos qué incorporaciones habrá y dando por descontada la salida de Gerard y la más que posible de Aarón, y rezando porque seamos capaces de retener a David López, en general podemos convenir que nos gusta la ‘música’ del equipo, porque se ha demostrado que con otro entrenador el resultado habría sido distinto. Y ahí es donde toma relevancia la figura de Rubi, que debe aportar la letra que dé sentido a la música.
Y, a mi parecer, Rubi encuadra perfectamente en lo que necesitamos en este momento. Un entrenador alejado de la figura del ‘entrenador estrella’, que encarnaba Quique. Un míster ‘currante’, con hambre y que afronta su llegada al Espanyol como una gran oportunidad. Su sacrificio y su entrega están aseguradas. Además viene avalado por una trayectoria ascendente; conoce y valora la que ha sido durante muchos años su casa y se mimetizará en la estructura deportiva del club. Rubi es uno de los nuestros y yo, como muchos pericos, siempre apoyaré a aquellos que aman la blanquiazul o se han formado entre las paredes de Sadrià.
Los que han trabajado con él resaltan su obsesión por la perfección, por el detalle. Y uno de sus hándicaps, su insultante juventud: que al mirar a la banda los jugadores vieran a un chaval por su aspecto, ya va quedando atrás por la irremediable acción del tiempo. Rubi está maduro y nosotros podemos recoger el fruto de su éxito.
Ahora el míster tiene por delante adecuar su discurso, sus palabras y su mensaje a la música que sale de los instrumentos futbolísticos que tiene. Desde ya tiene en mí a un fan dispuesto a aplaudir desde los primeros compases si es capaz de transmitir en el terreno de juego esa pasión que declara tener por agradar a la parroquia perica.
Como pasión fue lo que siempre tuvo Josep Manel Casanova por el Espanyol. Su Espanyol que, como en la pintura negra de Goya que muestra a Saturno devorando a su hijo, no tuvo reparo en sacrificarlo por conveniencia. Ponerle su nombre a la nueva ‘resi’ ha sido un acto de justicia que agradecemos todos los pericos. Manel siempre estará en nuestro recuerdo. El éxito de Rubi, la revalorización y la reivindicación de la cantera también será un homenaje a Casanova.