Este club ignífugo (porque por suerte el club siempre permanece, no lo olvidemos) ha aguantado esta semana algunos incendios. Era intrascendente que la semana tuviera una buena noticia como la disputa de una final, y que en la misma debutaran chavales que dieron, plantaron y se partieron la cara, es igual… Mi tocayo Oliveró ha tenido que aportar unas pruebas conforme había pagado unas plusvalías a la Fundación del club, un autobús amigo que nos traslada a Girona y que resulta que por una fotografía colgada en twitter no tenía el techo acabado… Ya lo dijo el ex Presidente Condal: “Este club se mueve a golpe de twister”. Total que ya sabemos que los penalties siguen siendo gafes en las finales…
Llegados a este punto yo los lanzaría todos con la cabeza. ¡Sí! ¿Sabes en los partidos de costellada de fútbol sala? Lo explico: son aquellos partidos que cuando un equipo encaja el vigésimo gol, se cabrea el personal y por cachondeo se saca de centro con la cabeza, que es cuando de pronto hay dos que se enfadan y se van, otro que grita: “Si nos lo tomamos a cachondeo mejor nos vamos”; hay uno en el equipo ganador que hace filigranas con la pelota y que aprovecha un despiste ajeno para marcar en su casillero particular su octavo gol… A eso me refiero cuando hablo de los partidos de costellada de fútbol sala. Bueno, pues para perder en los penalties es mejor lanzarlos mal.
Os diré una maldad: vi el partido en casa por la tele. Una vez acabado me fui a dormir antes de los penalties. No por presagiar nada malo, que podía pasar, pero también no pasar. Así que como sabía que no iba a aguantar la felicidad de irme a dormir con una victoria, y menos el rebote que iba a pillar con otra derrota por penalties, el menda decidió irse a dormir y enterarse a las siete del jueves (Ipad, mil gracias), de la derrota. Y, no os lo creeréis, pero me tumbé y dormí como un tronco. Un buen amigo, perico, me dijo que la sensación que tenía viendo cómo el eterno rival nos chutaba cinco penalties, como si el árbitro los hubiera señalado, era aterradora.
Nos gusta el fuego. De una buena noticia como volver a ver de nuevo a Héctor Moreno sale una medio buena. Porque. ¿Es él? No sé. Físicamente lo veo muy cambiado. Será el peinado a lo Rodolfo Valentino, o bien será… No lo sé. Lo veo como más chupao, como más a la antigua. Tengo las mismas ganas de que vuelva al campo como de que no nos lo hayan cambiado por otro. Más fuego.