La patada, el puntapié, el exabrupto, la agresión fue alevosa. Nítidamente se vio cómo Tiago golpeaba con saña la espalda y el lugar ‘donde pierde su casto nombre’, es decir, el culo. Le pudo romper el coxis y dejarlo lisiado. Marco Asensio ni se inmutó. Parecía que iba a tocarse la parte dañada, pero prefirió seguir corriendo y estar atento al juego, lo que le honra como profesional y como persona. Es tan fácil llamar la atención del árbitro para que castigue al agresor…. Poli Rincón fue un maestro del lloriqueo como todos los grandes histriones de la Historia del Fútbol. Un jugador cobarde y tramposo al que ahora le ríen todas las gracias que suelta a través de un micrófono de radio y que rizó el rizo cuando no sólo justificó la agresión de Isco a Neymar sino que presumía de que si él hubiera estado allí…
Todos los cobardes son fanfarrones. A él y a su co-equipier Sanchís, (¡pobre Zape, cómo están sus hijos!), uno de los jugadores más duros que han pasado por la Liga española, con patente de corso para matar, se les dio la oportunidad de rectificar sus palabras y no lo hicieron, lo que dejó palpable su catadura moral. Volviendo a lo nuestro, la patada de Tiago fue feroz, extemporanea. Tanto es así que, al principio, cuando empezó a quejarse, yo creí que se había dado cuenta del tamaño de su infracción y trataba de disimularla. Por desgracia para él no era así. El impacto fue tan duro que se partió la tibia. Justo castigo a su perversidad. No le deseo daño a nadie y siento que un profesional haya de perder su actividad por una lesión, pero se la ganó a pulso. ¿Cómo el azar influye la mayor parte de las veces en las acciones de los hombres? Aquí tenemos un buen ejemplo. El agresor fue el perjudicado. ¡Cómo debió ser el impacto que se fracturó la tibia! Y era él. Tiago, el que usaba la fuerza. El cuerpo de Asensio fue el receptor de la violencia pero milagrosamente, cual venganza divina, el más perjudicado fue el agresor.
Afirmo que Tiago debió ser expulsado y lo que le salvó fue la gravedad de su lesión, que se podía comprobar en sus aspavientos, nada teatrales, echado en el suelo y retorciéndose de dolor. Lo que parecía un cuento chino, se convirtió en una dolorosa y no deseada por nadie realidad. Muy mal el árbitro. Debió prescindir de la benevolencia y expulsarlo mientras se lo llevaban en camilla porque la falta había sido una agresión en toda regla, por la espalda, innecesaria y sin balón por en medio. Allá él con su conciencia. Pero su decisión posiblemente cambió el rumbo del partido. Todos sabemos que no es lo mismo jugar todo un tiempo con un jugador menos. Si la patada la hubiera recibido Messi o Cristiano las primeras páginas de todos los periódicos deportivos españoles hubieran clamado al cielo por la persecución a la que son sometidos los cracks. Y si Marco Asensio hubiera sido ya jugador de Zape, hubieran dicho lo mismo. ¿Hubo alguna alusión al hecho? Sólo Pablo Alfaro, con media risita de conejo, se atrevió a insinuar algo en Estudio Estadio. El fútbol se está muriendo y nadie se da cuenta.
Otro sí: el Presidente de Mauritania decide acabar con un partido a los 63 minutos porque se aburría y que se decidiera por penaltis. ¡Ése sí que es un crack! Con dos “collons”, los tanques y el ejército hizo lo que le salió de las narices con total impunidad. ¿Cómo reaccionará la FIFA? ¿Suspenderá a Mauritania algunos años de todas las competiciones internacionales en la que tenga derecho a participar? Veremos. Tienen problemas más graves, corrupción, elecciones, etc., etc, que no impartir justicia, esa palabra casi tan devaluada en el fútbol como en la política.
Y ahora la Copa del Rey, ese torneo que estamos dispuestos a ganar para evitar el triplete de Zape. Es ahí donde sale toda nuestra casta. ¡Ánimo periquitos, a eliminar al Levante y en la próxima eliminatoria que nos toque Zape, para darle una paliza!
Endavant les atxes, Espanyol!