En esta obra teatral, Calderón de la Barca se adelantaba a la actualidad del RCD Espanyol, debatiendo sobre el conflicto interno entre el libre albedrío y la predestinación, el deseo sobre la voluntad divina y los sueños frente a la realidad. Mi enfermiza obsesión por esta santa casa, transforma a su protagonista Segismundo, privado de libertad para evitar su fatal destino, en desorientado aficionado blanquiazul filosofando sobre el sentido de la vida y la realidad que, a él como a nosotros, nos toca vivir:
“Sueña el rico en su riqueza
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende”.
Si ustedes leen los anteriores versos en clave RCDE, rápidamente le pondrán nombre propio a cada uno de ellos, por lo que me ahorro insistir sobre lo que pienso de los actuales personajes que están al mando del RCD Espanyol.
Puesto que soñar es gratis, les cuento el mío. Mi sueño es un Espanyol campeón. Un Espanyol habitual en competiciones europeas. Un Espanyol cuyo sufrimiento no sea otro que el de entrar en Champions. Un club potente en lo deportivo y grande en masa social. Un club dirigido desde la capacidad profesional y el sentimiento perico. Un Espanyol sin excusas para justificar su mediocridad. Un Espanyol autosuficiente en lo económico por sus recursos propios. Un Espanyol que cuide, mime y se base en su cantera. Un Espanyol con proyecto definido y ambicioso. Un Espanyol que apueste con firmeza por su futbol femenino y reconozca a sus Secciones. Un Espanyol ambicioso e inconformista. Un club contundente con quien le ataque, que luche por sus derechos y reclame la cuota de información pública que le corresponde por historia y trayectoria.
“Apurar, cielos, pretendo
ya que me tratáis así,
qué delito cometí contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido”
Sigo soñando con un club integrado en su tierra e identificado con sus costumbres y tradiciones. Un Espanyol reconocible por los valores que nos transmitieron padres y abuelos, como nosotros hacemos con hijos y nietos. Un Espanyol sensible con las circunstancias personales de su gente, implicado con los más débiles. Un Espanyol que llene su estadio de ilusión y espectáculo. Un Espanyol abierto sin temor a sus socios, y con la transparencia de quien nada esconde. Un Espanyol que de argumentos a los niños para ser pericos. Un Espanyol que no se conforme con “somos los que somos”… ¡Ay misero de mí!
Sí, pericos, el gran Calderón de la Barca escribía en un contexto barroco (Término que viene del latín y significa ‘horror al vacío’), pero ¿Imaginan ustedes mayor barroquismo que el actual Espanyol? En fin, amigos, ¿Qué es la vida del perico? Un frenesí. ¿Qué es la vida en blanquiazul? Una ilusión, una sombra,
una ficción. Y la vida del perico es sueño, y los sueños blanquiazules, por ahora, sueños son.