Urgente, impostergable, esencial. El fondo por encima de la forma. Subir a cualquier precio por encima de todo. Así fue entendido unánimemente por el espanyolismo el regreso a Primera división, a la primera.
Caímos merecidamente al pozo y tocaba levantarse. Sin tiempo para lamentos. Sin excusas. Sin la ayuda de nadie. Acostumbrados a luchar solos, a enfrentarnos a las adversidades, a unirnos por el bien del Espanyol como siempre hacemos los pericos cuando nos vemos contra las cuerdas. Nuestro mal hacer nos llevó al purgatorio y solo nosotros podíamos evitar que se convirtiera en el peor de los infiernos. ¡Y lo hemos hecho! Una vez más. Una gesta más. Una nueva demostración de que no ha nacido todavía quien pueda doblegar al perico. Ahí estamos: Reto conseguido. Ya van cinco y esperemos que no haya una sexta vez.
Con el ascenso directo a falta de cuatro jornadas, todos nos hemos liberado. Jugadores, técnicos y afición hemos sentido el alivio de poner punto final a una espiral negativa que se remonta a la pasada temporada y es comprensible que, después de mucho esfuerzo, presión y no pocos ejercicios de asimilación de la nueva categoría, nos hayamos tomado un par de partidos de relax. Es humano. Debo reconocer que yo mismo he pasado de visualizar alineaciones para el próximo partido, a estar más pendiente de que el viento no se lleve la bandera blanquiazul que luce en el balcón de mi casa.
Pero, una vez definido lo urgente, ahora toca afrontar lo importante. Y es ahí donde me pregunto: ¿Hemos aprendido la lección? Si somos listos, que lo somos, debemos ver nuestro paso por Segunda como el punto final a nuestro conformismo histórico. Aprender de nuestros errores pasados para no repetirlos en el futuro y que nunca jamás volvamos a vivir otro descenso. Todo depende de nosotros. Todo pasa por entender que las exigencias empiezan por la afición.
Sabido es que, apuntando al aprobado justo, se suele suspender y que, en fútbol profesional, conformarse con la permanencia te acaba llevando al muy deficiente, con la peor nota de la historia.
Nos sacaron tarjeta amarilla. De nosotros y de nuestra exigencia al club, depende que no nos muestren la roja. El nuevo Espanyol empieza en todos y cada uno de nosotros. Todos con nuestra función. La de los aficionados, la más importante y base de todo, exigir quedar cada temporada entre los ocho primeros, pues es ahí donde nos coloca la clasificación histórica del fútbol español. La del club, transmitir a los profesionales deportivos que la afición no se va a conformar con menos. 120 años nos contemplan. La bofetada recibida debe poner punto final al conformismo y mediocridad de vivir en la media tabla.
Urgente era regresar. Importante es reaccionar. Hablamos del Espanyol y, aunque sea un equipo de fútbol, con su prestigio no se juega.
