Tras deshonrar La Catedral, la semana perica se ha vuelto muy religiosa. El Papa dimite, Sor Lucía escandaliza a los aficionados del RCDE y el hijo pródigo, Wakaso, vuelve a casa y es terriblemente castigado por la furia del club.
Y la verdad es que me he quedado más pasmada que Habacuc con lo de Sor Lucía Caram. Con lo bien que me caía la monja, y lo acaba de fastidiar todo. Llegué a la tercera pregunta que le hicieron en la entrevista publicada esta semana y… ¡ahí lo dejé! Su partidismo me dolió. No pude continuar leyendo. Yo no soy canóniga, ni teóloga, ni entendida en asuntos religiosos, pero tengo sentido común.
Creo que una monja dominicana y contemplativa, debería dedicarse a la oración, la penitencia y el silencio, en lugar de categorizar a los fieles en pecadores o no en función de una filia deportiva. El tema del pecado es algo muy serio, y lo debería saber una persona que se dedica a venerar a su católico Dios.
Sor Lucía lleva dedicándose a los pobres hace más de 20 años, y no he podido entender cómo puede poner como ejemplo la humildad de jugadores que cobran por lo menos 10 millones de euros de sueldo. Estimada Sor, la humildad del Barça es de garabato. La humildad no la da la grandeza ni el espectáculo futbolístico más que contrastado de sus queridos futbolistas azulgranas. La humildad es dar todo de ti sin esperar nada a cambio. No mezcle conceptos.
Las declaraciones de Sor Lucía satanizan a los aficionados de otros colores. Seguro que los pericos le parecemos como los endemoniados gadarenos esperando la salvación divina. San Mateo explicaba que Jesús recorría toda Galilea sanando toda dolencia y toda enfermedad. Pero los pericos, querida Sor, no necesitamos la sanación de nadie, no necesitamos a ningún mesías porque somos muy felices.
Pasando a otro tema, la católica realidad perica ha llegado a la consagración con el retorno de Mubarak Wakaso, el hijo pródigo. Su lista de méritos es casi eterna: protestas a los árbitros, colección de tarjetas amarillas, reivindicar su fe en Alá, acosar con mensajes de texto al entrenador que luego va y le llama cabrón en público, llegar con dos días ¡dos! de retraso al entrenamiento… Es un pecado venial, yo le pedonaría.
Y dejaremos para otro día el tema del portero Cristian, ¡el último apóstol de Pochettino!, que parece que quiere abandonar el rebaño. Amén.