Una de las líneas maestras del plan estratégico del nuevo Director General Corporativo pasa por crear marca. Reforzar la ‘Marca Espanyol’ apoyándose en su historia centenaria. El eslogan de ‘Maravillosa minoría’, con sus variantes de ‘locos, raros etc. etc.’ ha pasado a mejor vida. Personalmente nunca he sido un defensor de esa campaña, aunque he de reconocer que ha calado entre una parte importante de la afición.
Lo que no tengo muy claro es para quién se diseñará la nueva campaña. Probablemente más que para aumentar la masa social estará pensada como una estrategia comercial de cara a buscar nuevos patrocinadores y ‘partners’, que es el objetivo prioritario que se han marcado en el club: aumentar los ingresos ‘externos’.
Pero una buena campaña de imagen nunca es suficiente para movilizar a nuevos inversores. El momento actual del equipo desincentiva a cualquier empresa a ligar su marca al Espanyol. Lo que transmitimos es que seguimos anclados en la mediocridad, en claro retroceso deportivo, vendiendo a los mejores jugadores y sufriendo una sangría de aficionados en la grada.
El mismo mensaje que llega desde club, que admite sin tapujos que seremos 20.000 socios reales, duele profundamente entre la parroquia espanyolista, que se esfuerza por crecer haciendo socios entre familiares y amigos. Y encima, tras décadas de menospreciar la aportación del socio al presupuesto del club, vía carnets, se nos quiere aplicar una subida de precios, sin tener en cuenta que el espectáculo no ha mejorado en la misma proporción.
El fútbol tiene sus normas, sus tradiciones y sus leyes no escritas, como por ejemplo la de despedir a un entrenador que muestra debilidad, cuestiona a su plantilla o se declara en rebeldía, o la de fichar jugadores ilusionantes antes de poner en marcha una campaña de renovación de abonos. En el Espanyol, en cambio, cada día nos despertamos, todavía, con el corazón en un puño ante la posibilidad de perder algún otro referente y las buenas noticias aparecen con cuentagotas a pocos días de recibir el cargo del abono en el banco.
Las directivas de los clubes viven muy bien porque los socios y los hinchas del fútbol sufrimos una especie de Síndrome de Estocolmo que nos limita a la hora de criticar a los gestores porque sentimos el club como nuestro y no queremos debilitarlo, pero pueden estar seguros de que todo tiene un límite y lo vivido entre la afición tras la venta de Gerard se ha acercado bastante a esa línea roja de no retorno.
Es un aviso para navegantes, el divorcio empieza a ser muy preocupante y pueden estar seguros de que no se arreglará con una simple campaña de maquillaje. Los pericos quieren recuperar su club.