La decisión de acudir o no a un campo de fútbol depende, al margen del corazón que cada uno le ponga al sentimiento incondicional por su club (ya escribo “club” antes que “equipo” porque para mí no es lo mismo), de los alicientes que el propio partido tenga. Para este de hoy ante el Atlético de Madrid, dejando para luego el indudable atractivo deportivo, sirva este arranque para añadirle un cariz económico.
Números cantan. Y así suenan: 54 millones de euros en derechos de televisión ingresará el Espanyol la próxima temporada si acaba la Liga en 11ª posición (un millón menos si cae a la 12ª). Serán 57 si la campaña se acaba en octava plaza. Son 3 kilos de diferencia… No hace falta ni comentar el buen uso que se podría hacer con este dinero en la planificación veraniega que ya está en marcha.
No es lo mismo pues lo que pase hoy. No es lo mismo porque al Espanyol no le sobra el dinero, porque es prestigio, porque los 15.000 que no han fallado ni un día lo merecen, porque el vestuario está lleno de buena gente que, este año sí, están arrimando el hombro hasta el final sin levantar el pie.
A nadie se le olvidan las imágenes de frustración de los tres últimos partidos, de jugadores conscientes de que están dejando escapar una historia que no se repite desde la temporada 2004-2005, que es la última en que por derecho de clasificación liguera se ganó una plaza europea para la siguiente campaña (el primer año de Miguel Ángel Lotina, el del escarnio arbitral en Pamplona con el gol de Velamazán camino de la Champions).
El extra que el duelo ofrece con el estreno de la nueva primera equipación para la Liga 2019-20 es otro acierto pleno para quién le corresponda colgarse la medalla, ya sea en el club como en las oficinas de la firma Kelme. Es evidente que es mucho mejor poder presentar en sociedad algo tan notorio y palpable como la camiseta en plena competición que no en la clandestinidad del verano. Lo de los códigos QR ya lo dejamos para los más jóvenes. Usted, que todavía lee en papel, pásese por la tienda y palpe.
Así que todo se alinea: la economía con el marketing previo paso por el fútbol y las matemáticas. Rubi y sus chicos tienen el último tren que sale hacia un destino dulce: tres partidos, tres victorias. Y la primera de ellas es ante Simeone. Y no sería la primera. Ni la última.
