Nada más acabar el encuentro ante Osasuna, teníamos dos opciones: aferrarnos a las cada día menores opciones de lograr la permanencia o tirarlo todo por la borda. Hace casi 11 años, el Espanyol también perdió por la mínima en Pamplona y la salvación se le puso muy cuesta arriba, nada más y nada menos que a ocho puntos a falta de diez jornadas. Actualmente, el equipo está a seis cuando restan 11 jornadas para la conclusión del campeonato liguero. Tenemos varios ejemplos de ‘milagros’ en los 119 años de historia de este club y, hasta que no haya opciones, hay que seguir creyendo y luchando. A final de temporada, sea el que sea el resultado, ya habrá tiempo de reproches.
Pero si el equipo sigue así, se va de cabeza a Segunda división. De la misma manera que los aficionados -donde me incluyo, pese a mi condición de periodista- hemos de seguir creyendo, el equipo tiene que cambiar. En aquel 2009 fue tras dicha derrota en El Sadar, con una concentración en Navata que sirvió de acicate para dar la vuelta a la situación; esta vez no hay posibilidad de ‘mini stage’, con lo que va a resultar más complicado. Pero no me hablen de imposibles tras ver a nuestro equipo salvarse con un gol en el último segundo ya no de un partido, sino de una temporada entera. Está difícil, pero de peores hemos salido.
No repitan este encuentro
De todos modos, si el Espanyol quiere lograr su objetivo tiene que mejorar, y mucho. Un equipo que tan solo ha sumado cuatro victorias en 27 jornadas y al que le queda visitar estadios tan complicados como Anoeta, el Camp Nou o Mestalla no puede permitirse volver a mostrar la imagen ofrecida ante Osasuna. Y el primero en tratar de ponerle remedio ha de ser Abelardo.
Porque el principal culpable es él. Al asturiano, cada día con más cara de Machín -eso de comenzar dando buena imagen e ir diluyéndose con el paso de los partidos es algo que ha heredado de su antecesor-, no se le ocurrió otra cosa que plantearle a Osasuna en su estadio un partido de juego directo, con melonazos a diestro y siniestro, sin que el balón pasara por la zona de creación. Y encima, poniendo a Wu Lei, que apenas olió los balonazos, junto a un R.D.T. desconocido. Calleri, hombre curtido en este tipo de batallas, mirándoselo desde el banquillo. Al menos, el ‘Pitu’ reconoció en rueda de prensa que se equivocó en la elección de futbolistas. Lo que nos faltaba: no tenemos suficiente con los errores propios sobre el césped para que también se vaya equivocando el míster.
Si lo de Valladolid les pareció mal, lo acontecido ante los rojillos les sacaría de sus casillas. Porque este Espanyol no aprende y volvió a saltar al verde sin la tensión necesaria en un caso como en el que se encuentra. Solo un claro acercamiento en la primera mitad, un disparo lejano de R.D.T., y otro en la segunda parte de un ¡oh, sorpresa! Darder que cogió tortícolis de ver tantos balones aéreos. Y nuevamente el equipo tiró él mismo el partido por errores propios: un penalti innecesario y una expulsión, aunque rigurosa, que entre Víctor Gómez y Diego López podían haber solucionado de otro modo sin mayores problemas.
No se jugó a nada. El entrenador reconoció su error, pero es que ya van muchos: la Copa, y sobre todo la Europa League, las tiró a la basura. Quizás es que el equipo no tiene el nivel para estar en Primera división, a pesar de los fichajes invernales, o que muchos de los que acaban contrato están pensando ya en dónde estarán el año que viene. Pero lo que está claro es que en la jornada 27 el Espanyol está herido, pero para nada muerto. Este club es experto en misiones imposibles y si algún equipo es capaz de lograrlo es el nuestro. Aunque cueste seguir creyendo, pese a que muchos comparen ese equipo de 2009 con el de ahora y piensen que no tienen nada que ver, les invito a seguir pensando en que se puede. Que hay que seguir animando y estando al lado del equipo hasta el final, pase lo que pase, porque eso es precisamente lo que nos diferencia. Y si acabamos bajando a Segunda, ahí estaremos. Orgullosos.