Encontrar símiles para hablar de este fútbol que se escribe no es excesivamente complicado. Hay días que un refrán, una película, una canción o un hecho histórico pueden servir para detallar 90 minutos. También un juego de cartas. Y lo que hicimos en Elche, si fuese una partida de mus, se llama ‘jugar a chicas’. Es decir, jugar a pequeñas, a poca cosa, a llevarse lo mínimo. Y la tarde y el rival eran propicios para ‘envidar a grandes’ desde el inicio.
Diego López se convirtió en ángel de la guarda del punto obtenido en un partido que se debía ganar y casi se pierde.
La proeza de Óscar Gil fue borrar al mejor hombre rival, hasta el punto de que tuvo que cambiar de banda.
Sergi Gómez es como aquel anuncio de colonia en la que un hombre se la juega en las distancias cortas. Y en los centros laterales, en los que estuvo expeditivo.
Víctima de un rebote en un despeje mil veces ejecutado, Leandro Cabrera empañó una actuación pulida a pesar de que Boyé no disparaba fogueo.
Adrià Pedrosa se ha dado de alta en el padrón de los carriles izquierdos y por allí ya pide dirigir el cotarro de varias transiciones de ataque.
No puede quedar el míster ajeno al fallo de David López, que fastidia como el poliéster entre las piernas.
Las últimas actuaciones habían elevado a Sergi Darder a monologuista del balón y el ‘jogo bonito’. El eco de aquellos partidos no se repitió en el Martínez Valero.
Tapado por un trabajador Mascarell, Óscar Melendo casi necesitaba un croquis para encontrar vías de escape. Suenan cornetas a cargo de algunos que se postulan a sustituirle.
Adrián Embarba no tuvo ese efecto de impacto desde el inicio y acabó como segundo espada en labores ofensivas y obsesionado en decidir a balón parado.
Ni bien, ni mal. Lo de Wu Lei fue incomparecencia.
Genera todos los debates posibles: número de goles, selección, continuidad, venta … A Raúl de Tomás hay que darle de vez en cuando el brazalete y no parpadear, o te lo vas a perder, que decía Lobato.
Se jugaron muchos partidos dentro de uno solo y hubo tiempo para Manu Morlanes, que empieza a quitarnos el sueño; Nico Melamed, que deja a deber una dosis de serenidad; Yangel Herrera para que nos demos cuenta por qué pertenece al Manchester City; Aleix Vidal para amarrar y nos empataron y Fran Mérida para frenar el correcalles de los últimos minutos.
Lo hecho, hecho está y no se puede volver sobre los pasos del encuentro jugado. Tercera jornada sin perder y llegan los leones el martes. Los equipos de fútbol son como las mascotas: el reflejo de su dueño. En el Athletic Club ya sabemos cómo quiere Marcelino que sean los suyos. Nos falta por saber cómo quiere Vicente Moreno que salgan los nuestros al pasto. Han aparecido trazos, pero queremos que complete el boceto.