Como a los pericos nos gusta autoflagelarnos y darnos al catastrofismo, en ocasiones se escucha que el Espanyol socialmente está en las últimas. No estamos para tirar cohetes, desde luego. Hemos conocido tiempos mejores. Pero meter a casi 19.000 personas en un estadio sin nada en juego y sabiendo que las probabilidades de aburrirse son mas elevadas que las de pasarlo bien, tiene un mérito incuestionable. Si lo haces con buen tiempo, ya es para nota. Y de matrícula de honor ser capaces de vibrar con tan poquito como nos ofreció el equipo de Vicente Moreno que volvió a tirar un tiempo y a sentirse más pequeño de lo que es. El propio entrenador dio en rueda de prensa con la clave de la temporada: a los pericos nos basta con un Espanyol como el del segundo tiempo. Lamentablemente, a esta conclusión el míster parece haber llegado demasiado tarde.
No puede ser tan difícil si lo hace Osasuna, y lo lleva haciendo todo el curso. Darlo todo y no darse por vencido. Creerse que uno puede y puede desde el minuto 1 hasta el 90. Los navarros son un equipo de una pieza, sufridor y humilde. Tienen menos presupuesto y menos talento individual. Ayer pudieron perder y pudieron ganar, pero dudo que sus aficionados quedasen insatisfechos del partido de los suyos. Los pericos, en cambio, solo podemos decir esto a rachas. En algunos momentos del partido el equipo nos representa y en otros nos avergüenza. Lo mismo sucede con algunos jugadores, con mención especial a Aleix Vidal que reparó en los segundos 45’ el desastre de los primeros, en los cuales dinamitó la paciencia del respetable que lo señaló entre silbidos. Hablando de quejas, aunque las hubo por momentos, no atronó en demasía el estadio contra el banquillo, la dirigencia o la dirección deportiva. Contradictoriamente a lo que se pudiese pensar, la gente tiene ganas de divertirse un poco, señal de que durante todo el año lo ha hecho con cuentagotas. Esas pocas gotas vinieron de la mano de dos tipos de la casa, el duo Melendo y Melamed, a los que parece que esto todavía les importa alguna cosa. Le echaron talento y casta para devolver al equipo a la orilla del empate, tras un primer tiempo patético donde pudimos ver lo que hubiese sucedido si Vicente hubiese sentado a RDT las veces que lo ha merecido a lo largo de la temporada. Hay lo que hay y eso no es culpa del de Massanassa al que le pasa con el fondo de armario lo mismo que a mi, que no tiro los pantalones de cuando estaba más delgado porque pienso que me los puedo volver a poner algún día. Y no.
Finalmente sumamos un punto, el cuadragésimo del año, lo que todavía no supone la salvación matemática, pero que complica tanto el descenso que sería mucho más posible que un meteorito impacte sobre algún despacho de Sant Adrià para hacer felices a los más críticos. Ni estamos salvados ni todo lo contrario, como el gato de Schrödinger, y probablemente llegará antes por lo que pase en otros campos que por lo que suceda en Vitoria, la próxima parada. No veo a un equipo que está lejos de su mejor momento y con un vestuario al que solo le une las ganas de irse de vacaciones, capaz de prolongar más la agonía del Alavés que la propia. Aunque recuerden, no es tan difícil. Bastaría con hacer lo mismo del segundo tiempo para dejarnos satisfechos. No digo ya ganar, porque decía Eugenio en uno de sus chistes, eso tiene que ser la hostia, tu.