En la fábula del flautista de Hamelín, el personaje hizo desaparecer la plaga de ratas de la ciudad. Cuando reclamó la recompensa y se la negaron, se llevó a una cueva a los niños del pueblo. Y el final del cuento varía según quien lo explique. No será esta vez el caso; todos te contarán que se perdió en Almería por incomparecencia.
A medida que encajaba goles, Álvaro pasó de cotizar al alza a depreciarse.
Aparte de las ganas que nos tenía, Oscar Gil permitió a un jugador normal convertirse en Mbarba.
La galería de la Academia de Florencia, llena de estatuas, podría sumar la figura de un transparente Montes y la de Cabrera, con pases ‘lerele’.
Hasta Brian se sumó al síndrome de inferioridad, estático e irreconocible.
Vini estuvo timorato, por el miedo de la amarilla que acarreaba suspensión. Y se la llevó sin hacer nada, como todos.
A orillas del Mediterráneo, ni Darder. Y si hubiese sido en el Mar Muerto, hasta se habría ahogado.
Busco nombre para el síndrome de los ex contra nosotros, porque a la inversa no les afectó Aleix y mucho menos Lazo.
En la dinámica general, ni la típica cuota del trabajo de Puado tuvo efecto.
Perdido como un danés en Almería, podría ser el título de una película de Alfredo Landa o el resumen de Braithwaite.
El gol de Joselu, es la pedrea de una noche para olvidar.
Cuando el galés Toshack perdía, pensaba en cambiar a los ‘11 cabrones’; como no se pudo, primero vinieron Rubén, proveedor del gol, Expósito que fue triple víctima de árbitro, VAR y sistema, Melamed confundiendo decisiones y Dani Gómez, el zarandeador de árbitros, que todos habríamos celebrado si lo hubiese llevado a cabo.
Vestidos de temporada pasada, tanto en el uniforme como en el juego fuera de casa, se repitió una historia muchas veces contada. A este cuento aún le quedan páginas por completar y el capítulo final empezará con el cierre de mercado. Con altibajos, sin refuerzos y desconectados, las perdices del final feliz quedan lejos. Mientras masticamos tornillos, en una nueva derrota que es el cuento de nunca acabar.