Si una sala de cine tiene más asientos vacíos que llenos y sus directivos aumentan el precio de las localidades para ver las mismas películas que se ofrecen gratis en casa, ¿Qué creen que pasará? Si, además, esos mismos directivos le dicen al espectador que pague por adelantado para ver una programación de atractivo incierto a horarios intempestivos, ¿Cómo creen que reaccionará el posible interesado que le cuesta llegar a fin de mes?
Paralelamente, en otras ciudades, hay cines conscientes de la competencia que supone ver las mismas películas en casa y ponen entradas a precios populares, con descuentos a familias, pensionistas, facilidades para desempleados en determinadas funciones, bonificación por asistencia, descuentos a los espectadores que viven en otra ciudad, etc. etc. ¿El resultado? Aumentan la concurrencia, multiplican por 5 la venta de palomitas y aumentan los ingresos por publicidad, con lo que pueden invertir en mejorar la programación y fidelizar al espectador manteniendo precios bajos.
Traslademos el ejemplo al RCD Espanyol. Contemplemos la precariedad laboral, la pérdida de poder adquisitivo del ciudadano medio, la pobre oferta deportiva, horarios y accesos al estadio desesperantes, y entenderemos por qué esta empresa llamada Espanyol tiene cada temporada menos clientes. Si a lo anterior le añadimos la comparecencia de sus directivos sacando pecho por el descalabro, se acaban los argumentos para decirle al aficionado que el sentimiento se demuestra pagando.
La política de abonos del RCD Espanyol se limita a un “copiar y pegar” de la campaña anterior, añadiendo o quitando pequeñas diferencias para que parezca nuevo lo que en realidad es lo mismo desde hace décadas. Una fórmula anticuada para afrontar situaciones nuevas. Un producto insuficiente que no cubre las diferentes necesidades del asociado y, en definitiva, una alergia a hincar el codo y pensar nuevas fórmulas para atraer un público en retroceso.
Reacios a admitir que el futbol ha evolucionado, el RCD Espanyol se niega a aceptar que el presupuesto debe ser cubierto por derechos TV, marketing, patrocinio, merchandising, naming right del estadio, ticketing, hospitality, actos de empresas, organización de eventos, publicidad estática, alquiler de espacios en las instalaciones de Cornellà y Sant Adrià, venta de jugadores, y en último lugar, abonos. Una partida, la de abonos, que no debería superar en ningún caso el 6%. Es decir, en un presupuesto de 75 millones los abonos deberían suponer 4’5, o lo que es lo mismo, 30.000 abonados a 150€ de media. Bundesliga y Premier inglesa con oferta de calidad a partir de 12€, llenan sus estadios. No podemos decidir los horarios, pero si el precio de los abonos. Si no lo probamos, nunca lo sabremos.
Bienvenidos al fútbol del siglo XXI. Los que sigan añorando el marcador simultáneo Dardo y los resúmenes de Estudio Estadio, que se vayan comprando una tele en color.