Te levantas. Es día de viaje. Vas camino Budapest para ir a ver el partido de Europa League entre el Espanyol y el Ferencvaros, pero para ti el rival es lo menos importante. Vas a ver a tu equipo, por el que dejas durante tres días tus obligaciones familiares; profesionales… por el que haces cosas que difícilmente harías por otra cosa.
Llevamos tanto tiempo preparando el viaje con el grupo de amigos que vamos, que parece que sea el viaje de nuestra vida. Hay nervios, ilusión y muchas ganas de pasarlo bien. En el aeropuerto ya empiezas a encontrar a otros aficionados, con los que algunos te abrazas como si fueran familia. Y es que somos casi hermanos, somos pericos.
Intercambias las primeras impresiones con aficionados, periodistas, amigos… Todos coinciden en la suerte de que estemos ya casi clasificados. Una pequeña brisa de aire que refresca y que te hace posponer la preocupación del difícil devenir del equipo en Liga. Toca Europa League. Dejen que respire hondo y disfrute de estos momentos que hacía doce años que no vivíamos.
Y nosotros todavía, pero te encuentras muchos niños que no han visto nunca a su equipo por Europa. Ves que sus caras brillan cuando te cuentan que es la primera vez. Han viajado por la península, pero nunca por el viejo continente, y eso se refleja en sus ojos, que desprenden una luz especial.
Jueves. El día de partido. Las ganas de que llegue la hora te hacen olvidar una noche que se alargó, ¿más de la cuenta? Estás rodeado de tus amigos y de muchos pericos que te encuentras a cada paso que das. Seremos 500 en Budapest, pero parecemos 20.000.
Caminar por el centro y encontrarte con pericos es todo uno. Unos hablan ya de las próximas eliminatorias, otros a vueltas con la clasificación en la Liga y que si el culpable es éste o aquel. Pero ninguno se arrepiente de acompañar al equipo y de apoyar esta noche al equipo y con la seguridad de que se verá una victoria.
Y es que estar a 1.700 kilómetros de casa, encontrarte con tu gente e intercambiar miradas de complicidad y cánticos, es de esas cosas que todo aficionado al fútbol debería vivir. Y si eres perico, todavía más. Porque si encontrarte a un perico en Barcelona ya despierta complicidad, hacerlo en un desplazamiento es todavía más especial. Pruébenlo.