Cada vez detesto más a la clase política y su alta dosis de hipocresía. Manipulan y aprovechan cualquier acontecimiento deportivo para servirse del deporte y ejercer electoralismo del más barato. Pero lo del presente final de temporada ha superado, con creces, las previsiones más surrealistas. Manipularon una final de Copa del Rey para llevarla a su terreno, unos izando su bandera con la pitada al himno y otros tirando la piedra y escondiendo la mano. Con motivo de la final de la Liga de Campeones, ambos bandos volvieron a cargar sus mochilas de ira, desempolvando de nuevo su odio, con el fútbol como brazo ejecutor. Al President de la Generalitat, por ejemplo, le faltó tiempo para manifestar y enarbolar “la gran victoria que toda Catalunya estaba celebrando” Y se quedó tan ancho, en plena noche berlinesa. En ese instante olvidó sedes embargadas, compañeros procesados o íntimos amigos medradores y con las manitas demasiado largas. Para Mas ganó Catalunya y punto. Poco le importó volver a despreciar a miles de personas que no se sienten barcelonistas y que defienden diferentes opciones futbolísticas, aún sintiéndose tan catalanes como la tropa de Mas, Trias, el yerno de Trias y resto de la prole. Porque ni cuando gana el Real Madrid gana toda España, ni cuando gana el FC Barcelona se alboroza Catalunya en pleno. Esta clase política vive de la demagogia y la manipulación. Para mayor comentario, el primer dirigente catalán regresó a Barcelona en el avión oficial de Iberia fletado por el club. Se fotografió junto a Messi y el trofeo, en mangas de camisa y con esa sonrisa guasona que acostumbra a articular en función de las circunstancias o de los compañeros de viaje y de palco. Naturalmente, vende mucho más, electoralmente hablando, acercarse a los campeones de Europa que a unos pobres muchachos, que a esa misma hora, se jugaban el tipo en Montilivi para intentar un ascenso a Primera División, en una tarde que acabó cruelmente en Girona. Mejor abrazarse a multimillonarios futbolistas que a humildes profesionales que han cuajado una temporada memorable y que se han quedado a menos de tres minutos de la gloria. Jugadores que, incluso, han tenido serias dificultades de cobro por desempeñar su trabajo. Soy consciente que alguno argumentarán que hace unas semanas, Más estuvo en ese palco. Es cierto. Pero en la tarde de la anhelada gloria, prefirió delegar. En definitiva, otra bofetada en la cara de los que no comulgan con sus ideas, algo muy habitual en los tiempos que vivimos. Y vaya por delante la felicitación a mis amigos culés, que tengo muchos y buenos, y mi pesar al Girona por una tarde tan aciaga. Nada contra ellos, al contrario. Que unos lo disfruten y otros tengan el aplomo suficiente para afrontar con firmeza la promoción de ascenso. La indignación va dirigida hacia esa siniestra clase política que hace uso de sus cargos y de su poder para saltarse a la torera los sentimientos de una parte de sus conciudadanos.