Después de la semana movidita que vivimos llegué a imaginarme a los pericos saltando al campo de Mestalla para realizar una ‘hata’ intimidadora al más puro estilo samoano ante la perplejidad de la parroquia valenciana, pero nada más lejos de la realidad. Los de Quique salieron al césped blanditos a aguantar el chaparrón local.
Por más que nos empeñemos en erradicar nuestro clomplejo de equipo aspirina tropezamos una y otra vez sobre la misma piedra.
El equipo parece que todavía no se ha quitado de encima la empanada del derbi y, sobre todo, la de la Copa. Nos está costando Dios y ayuda arrancar en este 2017 que nos prometía muchas alegrías.
Ayer volvimos a perder en Mestalla en un partido que empezó mal. Si Quique en la previa comentó que imaginaba un equipo competitivo se equivocó. No me gustó la alineación de salida, aunque tuvimos la grata sorpresa de la recuperación de Diego López.
Se notaron, y mucho, las ausencias y las lesiones. Pensando mal dio la sensación de que Quique enseñó las carencias del equipo para presionar a la directiva para que se rasque el bolsillo en este mercado de invierno, algo a lo que parece han renunciado, de momento…
No me gustó ni Diego Reyes por la derecha ni Álvaro en la banda, donde ya ha demostrado que no funciona y, además, resta capacidad ofensiva en el tramo final arriba. Álvaro es un ‘9’ claro y es ahí donde puede aportar algo. Pero sobre todo no me gustó que repitiera la dupla Salva Sevilla-Javi Fuego. La poca contundencia de Salva Sevilla nos volvió a costar un gol al perder una pelota comprometida en la frontal en el primer tanto local. Le falta intensidad, rapidez, precisión… y de su supuesta clase para sacar las faltas, solo recuerdo un gol a pelota parada. Entre Sevilla y José Antonio Reyes hacen uno, ya que ni uno ni otro están para más de una mitad.
Porque yo les haría una pregunta ¿Salva Sevilla o Marc Roca? De la comparación no se salva Sevilla. Marc puede cometer errores, pero los compensa con creces, en cambio el almeriense anda siempre perdido en el espacio. Pero es un clásico: en el inicio de temporada, los entrenadores apuestan por él; y al inicio del año, se ve que también.
Ayer en Mestalla el Espanyol no fue un equipo. Sobre todo en la primera parte, aunque con Quique lo de que segundas partes fueron buenas se está convirtiendo en una constante, ya que los pericos siempre mejoran en la reanudación, una consecuencia, tal vez, de la forma de encarar los partidos del madrileño al que le gusta ‘madurarlos’ y controlarlos para rematar la faena al final. Lo que sí que no logró ayer Quique es crear el ‘caos’ entre los valencianistas, el caos estaba en nuestras propias filas.
Solo en el último cuarto del partido el equipo pareció hacerse con el control del partido, pero ya era demasiado tarde como para arreglar el desaguisado. Solo se logró el pírrico dato de evitar que los valencianistas acabaran con la portería a cero, algo que no habían logrado en 17 jornadas.
El encuentro de ayer me recordó aquellos con los que nos viene ‘deleitando’el equipo en los últimos años una vez lograda la permanencia: salir a verlas venir, a ver qué pasa, pero sin convicción.
Ayer gracias a los López no encajamos un carro ante un equipo a la deriva que solo había logrado una victoria en casa.
Queda un encuentro en Corneprat para acabar dígnamente esta primera vuelta.