Restan apenas cuatro partidos para bajar definitivamente el telón a una temporada que ha bailado entre el gris marengo y lo políticamente correcto. Se salvarán seguramente un puñado de individualidades, pero es temprano para entrar en valoraciones. Todavía queda liga y aún puede pasar de todo, todo sea abrir la boca y que suba el pan.
Nos jugaremos la recta final de temporada contra el Osasuna, Alavés, Valencia CF y Granada CF, en ese orden. A estas alturas del campeonato, y siendo realistas, no es que estemos para apuntar alto sino para agarrarnos los machos y procurar aguantar el tipo.
Al fútbol se juega como se es, parafraseando al torero. Ni más ni menos. Después ya celebraremos los resultados o recogeremos nuestros pedacitos, pero de momento toca arremangarse los pantalones y batirse el cobre para ver de qué pasta estamos hechos. Porque son precisamente los partidos los que sirven para diagnosticar el carácter del equipo. Medirse ante los demás nos permite conocer cuál es nuestro lugar en el mundo. O en la clasificación, que viene a ser lo mismo.
Según Vicente Moreno, el equipo llega pletórico de fuerzas para encarar este último tramo, lo que está muy bien, de verdad, aunque cabría recordarle al míster que no es la fuerza sino la perseverancia lo que hace grandes a los hombres, como postulaba Nietzsche. El aficionado quiere victorias, no que corran como pollos sin cabeza. O en el peor de los casos se les pide entrega y sacrificio, esa ambición sana que solía aportar la competitividad. Ya se sabe que estamos muy lejos de disfrutar con este equipo, y que hace tiempo que nadie saliva pensando en el partidazo que está por caer. Ya no. Y ni ‘jogo bonito’ ni la madre coraje. Hemos acabado con un cuadro desajustado, apático y con menos luces que una lancha de contrabando. Pero aun así, no es el momento de bajar los brazos ni de darnos por satisfechos habiéndonos asegurado la permanencia. Hay que ir a por más, no diré a por todas porque no es sano fliparse, pero hay que bregar y apretar el paso, hemos de tratar de vaciarnos sobre el césped indistintamente ya del resultado. Veremos más adelante si las campanas doblan de tristeza o repican de alegría. Lo importante ahora es entregarse y demostrar que no solo estamos para cobrar a fin de mes. Aspiremos, pues, a ofrecer resistencia y lucha siempre. Porque al perico hay que definirlo agónicamente –muchas veces desde las trincheras que nos cavamos nosotros mismos–, peleando literalmente por sobrevivir, y uno se cansa de ir a la farmacia a por tranquimazine