Mis vecinos de página, y sin embargo amigos, Larena y Canut, por ese orden, han puesto sobre la mesa un tema –el tema, diría yo- que siempre sobrevuela la realidad perica: la indefinición del club.
Precisamente Canut propuso la necesidad de crear un ‘órgano’ de debate que busque esa esencia del ‘ser perico’, que nuestro filósofo particular –lo de filósofo no es creación mía- va desgranando semana a semana en sus artículos. Da la casualidad de que en nuestras animadas tertulias de café Jorge y yo también habíamos planteado esa posibilidad: la de crear una especie de think tank, o laboratorio de ideas donde debatir esos temas. De hecho, vimos en un proyecto de Sergi Mas, que duerme el sueño de los justos, una forma de llevarlo adelante. Pero no desvelaré el proyecto de Mas a la espera de que él lo despierte…
Lo primero que habría que preguntarse es: ¿existe realmente esa necesidad de definición colectiva? Creo sinceramente que sí. De hecho, el título de este artículo es una referencia indirecta a esa pulsión. Todos habréis observado que cuando un colectivo perico (peña, agrupación de aficionados, etc…) da un paso adelante para mostrar su deseo de implicación, lo primero que hace es organizar un coloquio y, en la mayoría de las veces, ese es el título del mismo: Presente y futuro del Espanyol, en un afán por delimitar el objeto, paso previo a cualquier análisis.
Si a eso añadimos que continuamente están surgiendo grupos, organizados o no, con propuestas nuevas para mejorar el club, podemos concluir que, como mínimo, la sensación colectiva es que seguimos ‘en construcción’ y que estamos muy preocupados por las dificultades del club para crecer. En definitiva nos preguntamos ¿qué hacer?, aunque no seamos leninistas…
Pero llegado a este punto, también debo ejercer de abogado del diablo y plantear que tal vez nos preocupamos mucho del envoltorio porque el producto es pobre. Me explico. Un amigo merengue siempre alucina con nuestras cuitas y discusiones. Para él todo se limita a ganar títulos y fichar a los mejores jugadores porque es fútbol y solo fútbol. Ni la economía ni las banderas ni siquiera quién ‘paga la fiesta’ le preocupa, solo disfruta del espectáculo. ¿No será que la falta de alicientes deportivos nos obliga a crear una mística que sirva de placebo? ¿No estaremos buscando más un argumento defensivo ante la apisonadora que nos rodea que un trampolín para elevarnos sobre los demás?
Y lo más gracioso del caso es que todo esto fluye en nuestras mentes la semana en que me he sentido como se deben sentir siempre nuestros vecinos al ver, en todos los telediarios y programas de información, a sus colores ondeando protagonistas. Aunque la cruel realidad nos mostraba las banderas de un pueblo que se alzaba con una honda frente a Goliat.
Como los griegos, queremos seguir siendo como sea que somos y, además, poder asegurarnos un futuro que solo pasa por encontrar la forma de ‘fabricar’ más pericos. Y no basta con reproducirse que, dicho sea de paso, es el cemento que más nos une: la relación familiar.
Exploremos esas fórmulas que sirvan para unirnos y que pongan de manifiesto lo mejor de nosotros. Y por si no lo habían pensado, el club ya tiene el organismo que debería canalizar, liderar y dirigir todo ese caudal de creatividad y motivación que muestra una buena parte de la afición: la Fundación.