La protesta quedó en deseo, pero estoy orgulloso de haber participado en ella y volveré a hacerlo en las siguientes. Tan solo una minoría maravillosa de seguidores blanquiazules se congregó el pasado miércoles 9 delante de las oficinas del RCD Espanyol para escenificar su disconformidad con la política deportiva de Mr. Chen. Es cierto que el día, miércoles, y el horario, 19.30 horas, no acompañaban, pero no fue éste el principal motivo de la poca asistencia.
Hay que hacer autocrítica y aceptar la realidad: la afición no responde. La afición perica, antes tenaz y comprometida, ha tirado la toalla viendo que es imposible luchar contra un bunker de insensibilidad, oscurantismo y mala gestión. Da la sensación que para los actuales directivos del RCD Espanyol, la afición solo es una molestia que les exige salir de su zona de confort y trabajar pensando más en la entidad y que en su contrato laboral. La afición no pinta absolutamente nada y, lamentablemente, se va desenganchando de un club por el que lloró de pena y alegría, pero ya no reconoce como suyo.
El Espanyol se hunde en la clasificación y en la grada. La supervivencia del RCD Espanyol está en juego y no me refiero solamente a la deportiva. Pese a ello, Mao Ye y Toni Alegre, máximos cargos de este solar llamado Espanyol, que la ineptitud de Chen ha llenado de comparsas con despacho, repiten sin rubor que todo va bien y el club está en el buen camino. Son los hombres del presidente y quien les tose, se va a la calle. Pero, créanme, la protesta no fue en vano. La FCPE ha reaccionado. La APMAE todavía no lo ha hecho, pero confío en ella. La grada de animación ¡Por fin! despertó con tibios gritos de “directiva dimisión” en el minuto 92, pero algo es algo. Los medios de comunicación, pocos, se hicieron eco de la misma y recogieron los cánticos, pocos, contra la directiva imaginaria.
De nada vale alardear de ‘No surrender’, si a la hora de protestar se ondea la bandera del silencio. Los valores pericos siempre incluyeron luchar sin desmayo, no desfallecer, dar la cara en los peores momentos, y nunca esconderse cuando el club está en peligro. Y ahora lo está.
Detrás de los cristales de las oficinas, unos empleados del club observaban la poca asistencia con satisfacción. El club ganó su pequeña batallita para regocijo de mediocres que ni sienten, ni padecen, ni entenderán jamás de que va este sentimiento, pero lo que no saben es que las protestas no han hecho más que empezar. Ni el Espanyol pudo caer más bajo, ni Mao Ye, Domingo Catoira, Hugo Blanco y Luis Vicente Mateo pudieron imaginar llegar tan alto. ¡Vamos, Mao, dimite! Un CEO debe saber calibrar los pros y contras de seguir dando cabezazos contra la pared. Por más educado y sonriente que seas, seguir en el cargo no te beneficia ni a ti, ni a la entidad.