Se pidió una remodelación deportiva y se hizo, pero se ejecutó mal. Se exigió el fin de la era Rufete y fue cesado, pero siguieron Catoira, Blanco y Mateo. Se reivindicó la figura de un líder ambicioso y se fichó a Diego Martínez, pero le engañaron. Se reclamó el fin de la mediocridad y nos hablaron de proyecto, pero nos mintieron. Parchear para salir del paso y ganar un año más de sueldo, es una constante en el RCD Espanyol de Chen.
Quemarlo todo no es la solución, pero ¿Quién le pone fin a este viaje a ninguna parte? La actual deriva del club no es fruto de la casualidad, ni del entorno hostil, sino de la ineptitud de marineritos con titulín que navegan sin rumbo con sueldos de capitán de trasatlántico y que, cuando hay tormenta, tienen la desfachatez de pedirle al pasaje que reme. Cero autocrítica. Cero propósito de enmienda. Cero capacidad profesional para definir un porvenir social y deportivo. Nadie cree en Chen. Nadie ve futuro en este bunker asiático convertido en hogar de la chapuza, para vergüenza de quienes lo denunciamos y tristeza de los resignados que optan por callar, o aplauden para auto engañarse.
Quemarlo todo no es la solución. Callar, tampoco. Nadie quiere ver la casa de sus sueños convertida en cenizas, pero alzar la voz es nuestra obligación porque el Espanyol somos nosotros, los aficionados que lloramos, sufrimos y lo amamos incondicionalmente. Lo otro es solo dinero chino que se irá igual que vino. No se trata de lanzar piedras contra nuestro tejado de cristal, ni debilitar aún más los cimientos de aquella casa llena de sentimiento que un día nos enamoró, sino de impedir que la sigan destrozando desde dentro. En este contexto, el resultado frente al Real Valladolid no cambiará el ánimo de la extenuada afición perica. El problema es profundo y la solución compleja, porque pasa por la utopía de que aparezca el dinero necesario para recuperar el alma que vendimos con más buena intención que acierto.
Quemarlo todo no es la solución, pero ¿alguien en su sano juicio piensa que el Espanyol puede funcionar con Mao Ye de CEO? ¿Quién decidió que un segundón sin contactos, ni experiencia, como Catoira, fuese el responsable máximo de una revolución deportiva con 25 movimientos en un mercado decisivo? ¿En qué cabeza cabe que Hugo Blanco, el inventor del ‘Área de Identidad’, pueda diseñar el organigrama médico de un club profesional? ¿Quién puede seguir confiando en Luis Vicente Mateo como coordinador del futbol base RCDE? ¿Qué méritos han contraído estos cuatro personajes para ser los mandamases de un club histórico como el RCD Espanyol de Barcelona? Y la gran pregunta: ¿cómo es posible que la afición todavía no se haya manifestado masivamente contra Mr. Chen, mostrándole abiertamente su rechazo?
Quemarlo todo no es la solución, pero mirar hacia otra parte o esconder la cabeza para no ver la gravedad del momento, es mucho peor. Somos pericos, no avestruces.