Alfred Hitchcock ha sido siempre conocido como ‘El Mago del Suspense’. Por su maestría como director de películas tan antológicas como La Ventana Indiscreta, Crimen Perfecto o Con la Muerte en los Talones. La trama de sus obras mantiene en vilo al espectador hasta los últimos instantes porque no se resuelve hasta el final, muchas veces con giros de guión inesperado. Así fue el Espanyol ante el Sporting. Podía haber pasado cualquier cosa. Y no es la primera vez que ocurre durante este añito en el infierno: muchos partidos del Espanyol se han resuelto en los últimos compases: basta recordar los recientes choques ante Fuenlabrada, Girona, Cartagena y Sporting.
En la recta final del choque, sin goles en el marcador, cuando el equipo de David Gallego parecía más estirado y los de Vicente Moreno se mostraban dubitativos, llegó el golazo perico. Un saque largo de Diego López alcanzó las inmediaciones del área asturiana. Una jugada sin elaboración en el centro del campo, pero con mucha maestría por parte de toda nuestra vanguardia: Wu Lei peina el pase largo de Diego López, Raúl de Tomás pasa con sutileza, Puado toca y Wu Lei marca. Una jugada de tiralíneas solo al alcance de jugadores de talento. Era el minuto 88 y la victoria parecía segura.
Lluís López… Mármol puro
¿He dicho segura? Ni hablar. Somos pericos y nada está resuelto hasta el pitido final. Cuando vimos sangrar a Babin en el tiempo añadido, a más de un perico se le atragantó la merienda. ¿Qué dirá el VAR? ¿Irá el árbitro a revisar la jugada al televisor? ¿Pitará penalti directamente asustado por la sangre? Los pericos revisamos la jugada con los ojos más abiertos que cuando enviamos una transferencia bancaria para no equivocarnos. Y por suerte no vimos nada punible en la acción de su marcador, Lluís López Mármol.
Sí, ese es su segundo apellido para los que no lo sepan. ¿No será que Babin chocó simplemente con el físico de mármol de nuestro central canterano? Por suerte no pitó nada: todo quedó en un susto y justo después Darder sentenció al contragolpe sin portero.
El espía que nos amó
Y, ya que nos hemos puesto cinéfilos, viene como anillo al dedo el clásico de las aventuras de James Bond ‘La Espía que me amó’ para referirnos a David Gallego. “Soy un perico más”, ha dicho en diversas ocasiones. En su caso, por tanto, nos sigue amando.
David Gallego planteó un buen partido y a punto estuvo de salirse con la suya. Se le puede acusar de conservador, pero conoce mejor que nadie las debilidades del Espanyol (la temporada pasada fue el primer inquilino del banquillo perico) y sabía que encerrarse bien y buscar con paciencia las debilidades locales era el camino más lógico hacia el éxito. Era consciente de que esa ansiedad perica por verse obligado a ganar podía hacer incurrir en algún error o despiste, algo que por fortuna no ocurrió porque el conjunto blanquiazul hizo un partido serio.
Por cierto me gustó mucho el abrazo que le dio el técnico de Suria a Nico Melamed, a quien hizo debutar en el Espanyol B, cuando el futbolista fue sustituido. Aunque no le salieran bien las cosas en el primer equipo, no podemos olvidarnos de su estupendo trabajo en el fútbol base.
La unión hace la fuerza
El abrazo de los jugadores haciendo piña tras el 2-0 fue otra de las imágenes de la victoria. Aunque el equipo realizó un partido muy serio y sin apenas errores, el 0-0 habría sido el resultado más lógico. El Sporting neutralizó a nuestros creadores, apenas se filtraron pases por ruptura y solo lo intentamos de lejos, con pocos disparos atinados entre los tres palos. Ninguna ocasión clara hasta el minuto 88 (el 1-0) es un bagaje muy pobre en ataque para merecer el triunfo. Aunque, insisto, el mérito también hay que atribuirlo a David Gallego.
Sin embargo, me quedo con la unión del vestuario. Se ve en las celebraciones de los goles en todos los partidos. Es un valor intangible que nos puede dar muchos puntos y, por supuesto, el ascenso. Esa química invisible hace que todos remen en la misma dirección y eso también es mérito de Vicente Moreno.