Es inútil pensar en el futuro del Espanyol. Déjense de intentarlo. Nadie lo sabe. Ni siquiera el señor Chen, que anda por aquí tratando de recopilar toda la información para ejecutar las operaciones que él crea conveniente. Así está el asunto. El presidente y propietario se está armando de razones para que el nuevo proyecto sea más o menos atractivo. De su reciente viaje a Valencia, donde conversó con Kim Koh, consejero del club de Mestalla, puede salir una buena moraleja: fallarás pero te levantarás. Así le ha ido al Valencia. Erró mucho, la gente se lo hizo pagar en la grada a los jugadores y a la entidad, pero ya han retomado el vuelo. Ficharon a Mateo Alemany en los despachos y todo empezó a cuadrar.
Del jueves en Valencia también puede sacar más conclusiones el admirado Chen. ‘Ellos no nos abandonaron’. El ‘ellos’ es la gente. Y ahí sí que habría que predicar con el ejemplo. El espanyolismo tiene que renovar el carnet, insistir una vez más con el proselitismo de toda la vida. En definitiva, no se le puede dar la espalda al club en este momento. Quiten la palabra ‘club’ si desean. Cámbienla por ‘Espanyol’. Porque pueden, y deben, estar enfadados con el club por su gestión y cambios de rumbo. Pero no pueden, ni deben, hacérselo pagar al Espanyol. Que es su corazón. El suyo, lector, el suyo.
Se avecinan tiempos difíciles, sí. ¿Y? ¿Cuándo fueron sencillos? Estos días que andamos de aniversarios… Se cumplen 30 años de la final de Leverkusen. De aquella gran primavera en la que se asombró al mundo del fútbol desde Sarrià. Pues un año después, el equipo se fue a Segunda. Recordamos también esta semana los 11 años de Glasgow. Qué UEFA aquella. Un año antes estuvo el Espanyol a un minuto de Segunda División… Así que habas cuecen en todos los lugares y en los momentos menos insospechados. Volvamos al principio. Como que nadie sabe qué será de nosotros cuando hayamos muerto… por lo pronto, siéntese, sufra, enfádese, anime, critique… Lo que quiera. Pero no se vaya.