Nen: res barrejat amb sense!”, solía decirme mi padre en las tardes más grises de Sarrià. Su tópico ante las derrotas inexorables, esas que ya se ven venir en el minuto 53, me hacía esbozar siempre una mueca alegre allí, en lo alto del anfiteatro de Sarrià. Y contra el Rayo, sin nada a lo que agarrarme, se lo solté a sus nietos, que eran todo mirada perdida ante el rácano espectáculo. “Nens: res barrejat amb sense!” Ceño fruncido y boca entreabierta. La boutade como consuelo: de generación en generación. Porque el vacío existencial siempre está ahí, al acecho. Y en los tiempos de Chen se cultiva a menudo sin darse cuenta.
Vicente Moreno había regateado ese vacío con tres victorias de mínimos seguidas en casa. Las diferencias de la primera parte contra el Rayo con las sufridas ante Geta, Mallorca y Celta fueron el resultadismo, el “dame tres puntos y llámame tonto”. Pero el VAR tachó con sus líneas el habitual ‘1’ del Espanyol en la quiniela, juegue en casa o fuera. Y el tanto de Sergi Guardiola en semifallo para propiciar el error de Diego lo dejó todo en carne viva: el desencanto, el no saber a dónde vas. No lo sabe ni el míster, como dejo claro en su desconcertante rueda de prensa en la previa, “ya no sé qué dice mi contrato”. No lo aclara el club, sin la determinación debida. Y claro, al final, el equipo se contagia. La segunda parte fue la nada. La desorientación. Y se oyó claro un confuso “¡Rufete, vete ya!”, quizá fruto de reclamar a la vez el adiós del míster, del director deportivo, de este rumbo. De lo que fuera.
Salvaremos del enésimo ‘rayote’ solo a Pedrosa, a Keidi y a Yangel, que lo intentaron y al menos buscaron el desequilibrio de tanto en tanto. Lo demás fue planicie y versiones recortadas. Y, como pocas, la de Raúl de Tomás, casi un espectador con su corazoncito rayista. Entendemos su nostalgia y sentimientos: hemos sonreído con casos a la inversa. Pero ante un Darder nublado, quizá melancólico por el tiempo de otoño y por solo 12.000 en las gradas, la caída del ‘11’ perico en la irrelevancia fue dolorosa. Y más cuando Loren salió antes que Wu, cuando a Melendo no se planteó en ningún escenario táctico, cuando la presión fue inexistente y cuando el Espanyol se empeñó en replegarse, cuando por lógica solo cabía expandirse. La metáfora de todo. Lo cambiamos ya o lo cambiamos todo.